"De todos los derechos de una mujer, el más grande es ser una madre", dijo el novelista y filósofo chino Lin Yutang.
Hay quienes aseguran que, una vez que el vientre de una madre se ha convertido en cuna, ella se transforma en la madre de todos los niños del mundo.
Y muchos otros tienen la certeza de que una madre es lo más parecido a un ángel en la Tierra.
En Carolina del Norte, una mujer ejerce con grandeza su derecho de ser madre, ha asumido con amor el compromiso de ser madre de todos los jóvenes que le rodean, ideando estrategias para enseñarles herramientas para la vida; y convirtiéndose en ese ángel protector de personas en situación de vulnerabilidad.
Hoy, La Conexión USA rinde merecido homenaje a Iliana Santillán, directora ejecutiva de El Pueblo y La Fuerza, una madre sinigual que ha marcado una huella indeleble en el movimiento comunitario del estado, en el seno de muchos hogares y en el corazón de incontables seres que confían en su nobleza a ojos cerrados.
Ejecuta programas que animan a los jóvenes a cambiar la forma cómo ven el futuro universitario y el rol que ellos cumplen dentro de la organización y en la comunidad, a partir de lo que están estudiando.
Implementa estrategias de trabajo con líderes adultas, lo que le representa una gran satisfacción porque las ve creciendo, empoderándose y liderando procesos de gran impacto comunitario y político.
Desde El Pueblo, Iliana también desarrolla un trabajo de defensoría muy poderoso.
"En Carolina del Norte, vemos todos los años cómo surgen nuevos ataques a la comunidad latina. Y ha sido muy satisfactorio recoger lo que hemos sembrado. Antes íbamos 10 líderes comunitarios a la Legislatura a defender los derechos de nuestras familias. Ahora vamos en grupos de 100".
De niña a inmigrante
Nació en Ciudad de México. Se vino a los Estados Unidos tomada de la mano de su madre y su hermano menor, cuando ella tenía 12 años.
Su madre solo tenía $50 en el bolsillo y, al tocar tierra estadounidense, trabajó como nunca antes para cambiarles el destino a sus dos pequeños, con quienes dormía en el estudio de un cuarto, junto a otra familia.
Así que Iliana vivió, en carne propia, el desafío de la migración, el cambio, el desarraigo y el sacrificio.
Vio a su madre luchar con fuerza por su bienestar y aprendió de ella que, aunque existan limitaciones, siempre valdrá la pena vencer las barreras que impiden a las mujeres superarse, independizarse y triunfar.
"La vida me enseñó los desafíos que debe enfrentar una madre hispana en Estados Unidos. Los conozco a la perfección", dijo sentada en el sillón negro de su oficina, el lugar donde cobran vida ideas, se definen estrategias y se crean proyectos de gran impacto comunitario.
Cuando tenía 20 años, le llegó el regalo de la maternidad a Iliana, bajo el nombre Madison Isabella.
Esta parte de su vida la contó con ojos brillantes de orgullo y amor supremo.
Hoy día, Madison tiene 19 años y está estudiando Psicología en una universidad del sistema de la UNC.
"A ella le digo siempre que es valiosa, que puede lograr todo lo que se propone, que sí puede". Juntas, hemos pasado por momentos muy difíciles y siempre salimos adelante, en parte porque ella me inspira a ser mejor cada día y porque ella tiene fuerza interior para superar los desafíos que le ha impuesto la vida, especialmente durante la pandemia", comentó Santillán orgullosa del camino recorrido y las luces recogidas mientras lo recorrían juntas.
De madre a maestra
Iliana fue la primera de su familia en estudiar una carrera en Estados Unidos y lo hizo con vigor.
"No sé cómo lo hice. Estudié un año en Washington. Luego me vine a Carolina del Norte. Viví en Sanford, tuve a mi hija luego retomé los estudios", relató sonriente.
Y tomó la decisión de volver a la universidad cuando trabajaba como asistente de maestra.
Entonces, fue madre, trabajadora y estudiante a la vez, tres facetas que le exigían una dedicación de tiempo completo.
Pero el deseo de que Madison se sintiera orgullosa de ella, el sueño de convertirse en un ejemplo a seguir para su hija, la impulsó a dar lo mejor de sí y a rasgarle horas al día para ser cada día mejor.
Y lo logró.
Obtuvo el título de maestra en el año 2008 otorgado por Meredith College.
Después, se exigió un poco más y siguió estudiando.
Se propuso estudiar una Maestría en Desarrollo Familiar y Juvenil, un proyecto de vida que la mantuvo indisolublemente conectada a NC State por dos años.
De maestra a líder comunitaria
En los salones de NC State, Iliana aprendió el valor de las fortalezas de cada ser humano que le rodea, a visibilizar los logros de los demás y a animar a las personas a trabajar en cooperación.
"Las personas que no son latinas se enfocan en los problemas de la comunidad latina. Nos deben débiles y sienten lástima porque han decidido mirar más nuestras debilidades y necesidades que las múltiples fortalezas que tenemos. En la universidad aprendí a ver la fuerza de la comunidad latina. Sí tenemos mucho por mejorar y aprender, pero somos muy trabajadores y solidarios", dijo.
Ella está convencida de que esta percepción le ha garantizado el éxito de ciertas acciones ejecutadas en El Pueblo.
"Estoy ayudando a sembrar las semillas de lo que cosecharemos a mediano y largo plazo. Estoy uniendo esfuerzos para sembrar la confianza en un futuro mejor", señaló.
Iliana también confesó que está creando un ambiente de respeto y comprensión a los desaciertos de los jóvenes adultos.
"Mientras más juzgados se sientan, menos integrados se sentirán y menos proactivos serán", analizó.
Su dilatada experiencia como líder comunitaria la hace merecedora de la admiración de muchas otras madres, a quienes aconseja mirarse a sí mismas como el tesoro más preciado del planeta, soltando ataduras, culpas, remordimientos y autoreconciéndose como mujeres valiosas y capaces de transformar sus entornos.