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Crimen y Justicia

La caída de Hasina, «dama de hierro» de Bangladés y última matriarca de Asia

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Fotografía de archivo de Muhammad Yunus, ganador del Premio Nobel de la Paz. EFE/ Lorenzo Hernández

Nueva Delhi, 6 ago (EFE).- Imágenes de las calles de Daca desbordadas por una multitud iracunda, ciudadanos comunes saqueando la despensa del Palacio de Gobierno e imágenes borrosas de una huida desesperada hacia Nueva Delhi marcaron la caída de la última gobernante de Asia, la primera ministra Sheikh Hasina, que dirigió Bangladés con mano de hierro.

La caída de su régimen y su deshonrosa salida inscriben el nombre de la mandataria autócrata junto al de otras líderes asiáticas que sufrieron trágicos finales a manos de la violencia política. Fue el caso de Indira Gandhi, la primera mujer en gobernar la India y que fue asesinada en 1984, o la paquistaní Benazir Bhutto, la primera mujer en liderar una nación musulmana, destituida, exiliada y finalmente asesinada.

Hasina, que ganó su cuarto mandato tras unas elecciones con sus mayores adversarios presos o fuera de la carrera, fue derrocada por un movimiento civil sin precedentes que ganó fuerza a medida que la gobernante intentaba endurecer la represión.

Incluso horas antes de abandonar el país, Hasina aumentó las medidas de emergencia y las restricciones en un último intento por retener el poder por la fuerza.

«Hasina estaba furiosa», asegura el diario bengalí Prothom Alo en un relato sobre las últimas horas de la mandataria, narrado por algunos testigos.

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El pasado domingo, horas antes de su dimisión, Hasina se reunó en su residencia con los jefes policiales y militares y «estaba molesta por el hecho de que no fueran más duros con los agitadores que subían y vandalizaban los vehículos blindados de las fuerzas del orden», según el medio.

Con las calles repletas de miles de personas demandando su renuncia y una violencia que se ha cobrado la vida ya de 400 personas, varios funcionarios del Gobierno y familiares intentaron disuadir a la mandataria de dimitir y entregar el poder al Ejército.

Su hijo y consejero Sajeeb Wazed Joy logró convencerla, admitió ayer él mismo en un mensaje en sus redes sociales.

El último deseo de la mujer que ha gobernado por más años el país era grabar un mensaje a la nación para explicar los motivos de su partida. Sin embargo, según dos relatos similares en los diarios Daily Star y Prothom Alo, la seguridad de Hasina recibió informes de que un gran número de manifestantes y personas violentas se dirigían a su residencia.

«Se estimaba que los agitadores pueden trasladarse a Ganabhaban (la residencia oficial) en 45 minutos. Si le permitían grabar el discurso, era posible que no hubiera tiempo para salir del lugar», dijo Prothom Alo.

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En vista de esto, Sheikh Hasina tuvo solo 45 minutos para hacer las maletas sin tiempo para despedidas.

Las últimas imágenes que el mundo ha visto de Sheikh Hasina son unas tomas distantes y difusas de la líder saliendo de un coche antes de abordar un helicóptero militar junto a su hermana menor, Sheikh Rehana, para salir de Daca.

La «dama de hierro» de Bangladés se encuentra desde su huida en una ubicación desconocida en Nueva Delhi, con la protección del Gobierno indio.

«Está de buen ánimo, pero muy decepcionada de que, después de haber sacado a Bangladés de la decadencia, (…) de que ha luchado con mano de hierro contra la insurgencia y ha convertido a Bangladés en un país de ingresos medios, una minoría se haya vuelto contra ella”, dijo hoy Joy en una entrevista con el canal India Today.

«Ella ya terminó, está harta de Bangladés, tiene 77 años, es una mujer mayor, iba a retirarse de todos modos después de este ejercicio», aseguró su hijo Joy, quien afirma que Hasina colgará los guantes en política y se dedicará a visitar a sus nietos por el mundo.

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Hasina, igual que Gandhi y Bhutto, deja el poder obligada por las circunstancias y con un legado controvertido, acusada de la violencia que mató a cientos de civiles en las últimas semanas, y de cometer graves abusos de los derechos humanos, ejecuciones extrajudiciales y de forzar desapariciones de personas en Bangladés.

Indira Guerrero

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