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De las medallas a la inauguración de París: la relación pasional de Nadal con el olimpismo

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El tenista español Rafa Nadal (d) recoge la antorcha olímpica de manos del exfutbolista Zinedine Zidane en la Plaza del Trocadero durante la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París 2024. EFE/ Christophe Petit Tesson POOL/Archivo

Madrid, 10 oct (EFE).- El esfuerzo que hizo Rafael Nadal en los últimos meses para llegar en condiciones de disputar los Juegos de París 2024 habla de una relación pasional entre el jugador y el olimpismo, por encima de las dos medallas de oro, una en individual y otra en dobles, que ganó en Pekín 2008 y Río 2016, y más allá de las lesiones que le impidieron participar en Londres 2012 y Tokio 2020.

Nadal siempre habló de los Juegos como uno de sus torneos preferidos. En todas sus participaciones se le vio disfrutar de la Villa Olímpica, animar a sus compañeros, disfrutar de la fiesta. Ser uno más.

Esa relación con el mundo de los cinco aros tuvo la mejor guinda posible el pasado 26 de julio en la ceremonia de inauguración de los Juegos celebrados en la capital francesa, donde Nadal tuvo en papel protagonista el ser uno de los últimos encargados de llevar la Llama Olímpica, surcando el Sena, camino del pebetero.

Nadal anunció este jueves su retirada definitiva del tenis tras disputar en noviembre la fase final de la Copa Davis.

El jugador mallorquín empezó con mal pie su camino por los Juegos Olímpicos: convocado por primera vez para los de Atenas 2004, para jugar el dobles con Carlos Moyá, la pareja perdió en su primer partido ante los brasileños Andre Sá y Flavio Saretta por 7-6 (6) y 6-1. Nadal ya estaba entonces en el top-50 mundial.

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Los cuatro años siguientes fueron los del gran salto del español hacia el número uno mundial. En los Juegos de Pekín confirmó esa condición con una medalla de oro memorable, tras superar a Novak Djokovic en semifinales y al chileno Fernando González en la final por 6-3, 7-6 (2) y 6-3, cuando aún se jugaba al mejor de cinco sets.

Nadal fue elegido por el Comité Olímpico Español como su abanderado para los Juegos Olímpicos de Londres 2012, saltándose su propio reglamento de conceder ese honor al deportista con mejor historial olímpico. Los había mejores, pero las federaciones votaron por unanimidad a favor del tenista. Sería la mejor imagen del deprote español ante el mundo. Sin embargo, una lesión de rodilla le obligó a renunciar a los Juegos. Una decepción enorme para todos.

La historia le compensó en 2016 en Río, donde por fin pudo llevar la bandera española. Además, ganó el oro en dobles con su gran amigo Marc López. En el cuadro individual cayó en semifinales ante el argentino Juan Martín del Potro y también perdió el partido por el bronce frente al japonés Kei Nishikori.

Tampoco acudió a Tokio, en el 2021 pospandémico. Su cuerpo ya daba señales de estar al límite y decidió tomarse la temporada con calma y prescindir de Wimbledon y de los Juegos.

El círculo olímpico se cerró para Nadal el pasado mes de julio en París. Primero, con su aparición estelar en la inauguración en el Trocadero para recoger de manos de Zinedine Zidane la antorcha olímpica. A pocos kilómetros de Roland Garros, donde había triunfado 14 veces, la Ciudad de la Luz le rendía el mayor de los homenajes.

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Horas después, un ilusionado Nadal saltó a las canchas de su estadio fetiche, en las que hizo todo lo humanamente posible para avanzar rondas. El sorteo no le fue favorable en el cuadro individual y cayó en segunda ronda ante un Djokovic imperial, 6-1 y 6-4. Pero, en dobles, su mera presencia formando pareja con Carlos Alcaraz, su admirador, su sucesor, el revolucionario del circuito, fue una de las noticias de los Juegos. Pasaron dos rondas y perdieron en cuartos de final ante los estadounidenses Austin Krajicek y Rajeev Ram, 6-2 y 6-4.

Hasta hoy, el último partido de Nadal. Una despedida apropiada para un jugador que ha encarnado como pocos los principios fundamentales del olimpismo, recogidos en el artículo 1 de la Carta Olímpica: «El Olimpismo es una filosofía de vida, que exalta y combina en un conjunto armónico las cualidades del cuerpo, la voluntad y el espíritu. Al asociar el deporte con la cultura y la educación, el Olimpismo se propone crear un estilo de vida basado en la alegría del esfuerzo, el valor educativo del buen ejemplo, la responsabilidad social y el respeto de los derechos humanos reconocidos internacionalmente y los principios éticos fundamentales universales dentro del ámbito de competencia del Movimiento Olímpico».

Natalia Arriaga

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