Crimen y Justicia
Una frontera no reconocida, tres invasiones y dos resoluciones de la ONU nunca aplicadas
Naciones Unidas, 15 oct (EFE).- Los actuales combates en el sur del Líbano entre el Ejército israelí y la milicia libanesa chií Hizbulá son el último episodio de una turbulenta relación entre dos países vecinos a los que separa una frontera no reconocida, tres invasiones, una guerra y dos resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU nunca respetadas.
1. La Línea Azul, una frontera ‘de facto’
Israel y Líbano no mantienen relación directa, ya que este último nunca ha reconocido a ese Estado, como tampoco lo han hecho la vecina Siria o Irak. Por esa misma razón, la frontera entre los dos países es una frontera solo ‘de facto’.
Fueron las Naciones Unidas las que en el año 2000 demarcaron esa frontera y la llamaron Blue Line (Línea Azul), nombre con el que figura en los documentos de la organización.
Podría parecer una mera cuestión cartográfica, pero hay una pequeña franja de tierra (de apenas 22 kilómetros cuadrados), llamada «las granjas de Shebaa», situada entre Israel y Líbano, contiguas a los Altos del Golán sirios considerados ocupados por Israel.
Esas granjas, ocupadas por Israel sin reconocimiento por parte de la ONU, han dado a Hizbulá una justificación para seguir atacando a Israel por considerarlo país ocupante.
2. Invasiones cíclicas de Israel
Israel, que consiguió pacificar sus fronteras al sur gracias a los acuerdos con Egipto (1978) y Jordania (1994), ha vivido permanentemente en tensión con sus vecinos del norte, Líbano y Siria, que son además dos de los Estados donde se acumula un mayor número de refugiados palestinos.
Fue precisamente para doblegar a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) que en marzo de 1978 Israel perpetró un sangriento ataque denominado Operación Litani, con 25.000 soldados desplegados en el sur libanés para expulsar combatientes palestinos.
Prueba de que no lo lograron, en 1982 Israel regresó de nuevo al Líbano y esta vez llegó hasta la capital, Beirut, a la que sometió a un asedio. En esa ocasión, los israelíes fueron un paso más allá y se aliaron con las milicias cristianas libanesas (las ‘Kataeb’ o falanges) en su lucha contra la OLP, a la que consiguieron expulsar del país y obligarla a ‘exiliarse’ a Túnez.
Pero 24 años después, la amenaza para Israel ya no eran los palestinos, sino la milicia chií de Hizbulá, que había crecido enormemente en esas dos décadas y que hostigaba constantemente a Israel desde su frontera norte, primero con armas caseras, que posteriormente fueron adquiriendo sofisticación.
Fue para neutralizar a Hizbulá que Israel lanzó en 2006 una guerra con la que no logró su objetivo, y pese a las abundantes pérdidas sufridas, la milicia libanesa se declaró ganadora de esa contienda.
En 2023, Hizbulá, con el apoyo cada vez más abierto de Irán, comenzó una serie de ataques contra Israel inmediatamente después de los ataques terroristas de Hamás del 7 de octubre.
La amenaza de Hizbulá obligó a Israel a evacuar a más de 60.000 ciudadanos de la zona norte del país, y en octubre de 2024 el Ejército israelí comenzó unas incursiones terrestres ‘limitadas’.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha declarado que no piensa permanecer en el Líbano, que su objetivo principal es neutralizar a Hizbulá y garantizar que los evacuados puedan regresar a sus hogares sin temor a nuevos ataques.
3. Dos resoluciones que quedaron en papel mojado
El largo conflicto intermitente entre Israel y el Líbano pudo haberse frenado en dos ocasiones, cuando existió un consenso de la comunidad internacional para acordar sendas resoluciones en el Consejo de Seguridad de la ONU, la 1559 (2004) y la 1701 (2006), que recogían todos los elementos para lograr, si no un reconocimiento mutuo, al menos un ‘statu quo’ pacífico en la zona.
La 1559 recogía básicamente dos principios: la retirada de todas las tropas extranjeras del territorio libanés y el fin de la injerencia extranjera (en alusión no solo a Israel, sino también a la vecina Siria) y el desarme de todas las milicias y grupos armados no pertenecientes al estado libanés, refiriéndose principalmente a Hizbulá.
La 1701, aprobada justo tras la guerra de 2006, pedía expresamente un alto el fuego entre Israel y Líbano, y el despliegue del ejército libanés en el extremo sur del país (por debajo del río Litani), lugar donde solo debería permanecer el contingente de cascos azules de la ONU (FINUL) y las fuerzas armadas libanesas.
4. Unos cascos azules limitados a la observación
La Fuerza Provisional de las Naciones Unidas para el Líbano (FINUL) se ha convertido en una de las misiones más longevas de la ONU en el mundo: creada en 1978 para certificar la salida de las tropas israelíes del país, su mandato fue reajustado en varias ocasiones, la última de ellas en 2006, tras la guerra y la posterior resolución 1701.
Entonces, se precisó específicamente que «acompañaría y apoyarían el despliegue de las fuerzas armadas libanesas por todo el sur del país», además de monitorear el alto el fuego entre Israel y el Líbano.
Sin embargo, no ha conseguido cumplir ninguna de las dos misiones. Este mismo lunes, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, consideró que la inacción de la FINUL era «motivo de inquietud y vergüenza».
Preguntado por esas palabras, el portavoz del secretario general de la ONU, António Guterres, Stéphane Dujarric, respondió que las constantes violaciones a las resoluciones de la ONU son «una responsabilidad que recae en muchas partes».
Javier Otazu
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