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La imborrable huella de Abdel Barrada

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El centrocampista francés del Getafe, Abdelaziz Barrada, celebra un gol en un partido de liga el 12/03/2012. EFE/Domenech Castelló.

Getafe (Madrid), 25 oct (EFE).- Abdel Barrada, fallecido este jueves a los 35 años, fue uno de los jugadores más talentosos que pasaron por las filas del Getafe desde que disputó su primera temporada en Primera División (2004/05). Su figura imponente, su desparpajo y un fútbol eléctrico y preciso que asombró a nombres como José Mourinho o Achraf Hakimi, jamás fue olvidado por el club presidido por Ángel Torres y que ahora llora su desaparición.

El encargado de hacer visible este viernes la decepción del Getafe por una muerte repentina, inesperada y trágica fue su entrenador, José Bordalás, que comenzó la rueda de prensa previa al choque ante el Valencia con una frase de lamento y recuerdo para el ex jugador del conjunto azulón en los cursos 2011/12 y 2012/13:

«Nos enteramos ayer desgraciadamente del fallecimiento de un ex jugador del Getafe, Abdel Barrada. Una pena. Nos unimos como club y a título personal al dolor de sus familiares y amigos Le damos el pésame y todo el ánimo del mundo a la familia. Un abrazo muy grande a todos», dijo.

Barrada, en apenas 66 partidos oficiales con el Getafe, dejó unas memorias imborrables con momentos cumbre que permitieron al Getafe respirar económicamente con una salida que sus aficionados lloraron. En esas dos temporadas, a las órdenes de Luis García Plaza, actual entrenador del Alavés, firmó ocho goles. Alguno de gran valor, como el que marcó al Real Madrid, tal vez el punto más mediático de su carrera, y que sirvió para derrotar al club que entonces dirigía José Mourinho.

El centrocampista marroquí cautivó al entrenador portugués, pero con su habitual humildad, en aquellos días, no fue capaz de creerse el interés de uno de los técnicos más importantes del momento: «No sé si eso es verdad. No leo la prensa. Me concentro en ser jugador de fútbol. Faltan muchos partidos y hay mucho tiempo para firmar por un equipo grande. No quiero imaginar eso. Quiero trabajar y ya está», dijo en una rueda de prensa en 2012.

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A Barrada, sin embargo, quien le cautivaba era Zinedine Zidane. Muchos aficionados del Getafe, en aquellas dos temporadas en las que derribó la puerta, le comparaban con el jugador fránces. Su zancada, su elegante golpeo, sus cambios de ritmo y sus estéticos, recordaban a uno de los mejores de la historia. «Mi referente es Zidane, sin duda. Es el mejor del mundo, de la historia. Le sigo desde pequeño», aseguraba en aquellos días en los que disfrutaba de su fútbol en el Getafe.

Y curiosamente, Barrada, además de soñar en parecerse a grandes jugadores, también era el espejo en el que otros se miraban. Uno de ellos, un jovencito llamado Achraf Hakimi acudía muchos días a los entrenamientos del Getafe a pedirle botas y camisetas firmadas. El ahora jugador del París Saint-Germain lamentó la desaparición de un jugador que admiró y de quien se acordó en sus redes sociales con una foto junto a quien un día fue su ídolo que acompañó con un mensaje: «Triste noticia hoy. Mis más sinceras condolencias a toda su familia. Gracias por todo».

El ascenso de Barrada en el Getafe no se tradujo en un fichaje por un grande. El talentoso jugador marroquí hizo las maletas al fútbol árabe para jugar en el Al Jazira. Hizo un gran favor al club al que llegó procedente de la cantera del París Saint-Germain. Jugó una temporada en el Getafe B antes de ascender al primer equipo y marcharse por la puerta grande dejando ocho millones de euros que aliviaron la precaria situación económica que entonces tenía su equipo.

Desde el Al Jazira inició un viaje futbolístico que llevó a transitar por el Olimpique Marsella, Al-Nasr, Antalyaspor, Nàstic, Al-Shahaniya y US Lusitanos de Francia, club en el que colgó las botas tras el final de la temporada 2020/21. La magia que salía de sus botas y que alumbró el estadio del Getafe nunca más fue la misma. Abdel Barrada, entre los 22 y los 23 años, dejó una huella imborrable en un club que este jueves se llevó una de las sorpresas más tristes de los últimos tiempos: la desaparición de uno de los jugadores más brillantes que nunca pisó el césped del Coliseum.

Juan José Lahuerta

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