Crimen y Justicia
La «ecovilla» de jabones artesanales que transforma la vida de los desplazados del Líbano
Trípoli, 28 oct (EFE).- Rodeadas de frascos de fragancias y barras de jabones artesanales, decenas de familias libanesas empiezan una nueva vida en una «ecovilla» en Trípoli, en el norte del país, alejadas de los bombardeos israelíes que les obligaron a huir de sus hogares en el sur.
Escondida en un valle con su propia plantación de flores aromáticas para sus productos naturales, la aldea ecológica Khan Al Saboun, reconocida por su fábrica de jabones artesanales y perfumes orgánicos, abrió sus puertas hace un año a las personas que se vieron forzadas a escapar al inicio de los ataques de Israel contra el sur del Líbano.
Bader Hassoun, al frente de este negocio familiar que ha pasado de generación en generación desde el año 1480, ofrece a los desplazados alojamiento, talleres de formación para aprender los secretos de los productos que han puesto sobre el mapa internacional esta villa y un empleo en la fábrica para rehacer sus vidas.
Su hijo Amir Bader Hassoun, encargado del área de Responsabilidad Social, explica a EFE en el jardín de la «ecovilla» la evolución del proyecto que empezó hace casi un año con 24 casas y que en la actualidad albergan a cerca de 185 familias venidas de diferentes localidades del sur libanés.
Tejer una red social
El proyecto tiene como objetivo dar una nueva oportunidad a estas familias y tejer una red comunitaria que mejore su bienestar, formación y empleo, lo que repercute en su entorno inmediato y se extiende a otros miembros de la comunidad.
Para ello, llevan a cabo un itinerario específico. «Empiezan una formación sobre cómo se hace el jabón y un taller de fabricación. Después se dirigen a otro lugar con un aromaterapeuta, donde aprenden cómo hacer un masaje con esencias», explica sobre el programa durante la visita a las instalaciones.
Jazmín, rosa, lavanda y canela son solo algunos de los aromas que impregnan la recepción del lugar, donde se muestran los principales productos en sus envoltorios, todos respetuosos con el medio ambiente.
«Al final hay un seminario acerca de cómo podemos triunfar sobre la guerra con el amor y el trabajo por el jabón que, a través de su exportación, genera un ingreso de dinero. Así hacemos un buen trabajo y abrimos más casas», detalla sobre la iniciativa y los beneficios empresariales que permiten aumentar la contratación de otras personas en las mismas circunstancias.
Más que un negocio
Para el patriarca, «el pueblo ecológico Bader Hassoun no es una marca comercial, sino historia, cultura y orígenes» que protegen como «padres». «No solo pensamos en el negocio, la venta y la compra, sino en los otros en la sociedad», afirma convencido.
Su principal preocupación, además de la guerra, es la discriminación de las personas con menos recursos, que también son las más golpeadas por el conflicto y las que más padecen a nivel social.
Con la intención de romper ese círculo, decidió apostar por esta iniciativa en la que todos salen ganando y donde ponen el foco en «la humanidad y la fraternidad».
Nuevas oportunidades
Durante la mañana, un grupo de mujeres acuden al primer taller acompañadas de sus hijos, con quienes descubren las bases de los diferentes aromas, ingredientes y procesos tras visitar previamente la galería principal, con muestras de cada tipo y una pared con retratos de destacados clientes, entre los que se encuentra el Papa Francisco, Carlos III de Inglaterra y el rey de Arabia Saudí, Salmán bin Abdulaziz.
Entre ellas está Salma, nombre ficticio de una mujer que prefiere no aparecer delante de cámara, y que relata que llegaron a la colonia hace tres días, después de semanas huyendo de los ataques contra la localidad meridional de Al Jarayeb.
«El bombardeo alrededor fue horrible, los niños estaba asustados. No podíamos aguantar más y nos escapamos. Hemos dejado todo atrás: nuestra casa, nuestras memorias, pero venimos aquí y nos sentimos como si fueran nuestras familias», afirma.
Para ella, esta iniciativa les ha ayudado a «mejorar el estado de ánimo de todos nosotros, sobre todo los niños que necesitan un poco de cambio de rutina».
Su hija, de unos 12 años, asegura que «el ambiente es muy bonito aquí, la gente es genial», lo que le ayuda a sentirse «como en el barrio» donde creció y al que le gustaría regresar en un futuro, cuando la guerra termine.
La primera sesión termina y entran al taller para niños, donde los pequeños se entretienen dando formas al jabón de colores con moldes en forma de estrella, corazón y de cedro, el árbol nacional libanés por excelencia.
Rosa Soto
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