EDITORIAL
Violencia política: No hay que echar leña al fuego

Maribel Hastings – Asesora de America’s Voice
El asesinato del activista conservador Charlie Kirk evidenció la intolerancia que por años ha reinado en un polarizado Estados Unidos. Y lamentablemente algunos sectores usan la tragedia para incrementar el volumen de la retórica divisiva y prometer una “guerra” contra la “izquierda radical” a quien responsabilizan de la muerte del joven activista.
Durante la pasada década, la retórica incendiaria, la desinformación y las mentiras se hicieron parte de la estrategia y el estilo de gobernar de la presente administración. La narrativa antes limitada a grupos supremacistas blancos marginales sobre la “invasión” de inmigrantes y la teoría del “gran reemplazo” de blancos por minorías pasaron a formar parte del discurso y las políticas públicas republicanas.
Esos supremacistas blancos movidos por los mensajes de intolerancia de que estamos en una guerra de “ellos” contra “nosotros”, han pasado de las palabras a la acción en masacres como la de la sinagoga Tree of Life en 2018 en Pittsburgh, y en la tienda Walmart en El Paso, Texas en 2019 donde el atacante quería detener la “invasión” de inmigrantes hispanos, según su propio abogado.
En esa espiral de retórica y recriminaciones se da el asesinato de Kirk, de 31 años de edad, a manos de un joven anglosajón de Utah de apenas 22 años, que según familiares y allegados se fue radicalizando poco a poco.
Pero al responsabilizar a la “izquierda radical” por la muerte de Kirk sin presentar evidencia, la administración y sus aliados omiten los ataques perpetrados contra demócratas, como la legisladora de Minnesota asesinada junto a su esposo, y el ataque a martillazos contra el esposo de la expresidenta de la Cámara Baja, Nancy Pelosi.
Y cómo olvidar el mortal asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021 cuando una turba intentó evitar la certificación de la elección presidencial 2020. Hubo muertos y heridos, incluyendo 174 policías, pero los responsables, eventualmente convictos y encarcelados, recibieron el perdón presidencial en enero de este año y son llamados “patriotas” y “rehenes”.
Con la muerte de Kirk se entrecruzan no únicamente el choque de ideas opuestas que en algunos casos desencadenan en violencia, sino el siempre eterno debate del fácil acceso a las armas en una nación que, de hecho, tiene más armas que gente.
Asimismo, expone el rol de las redes sociales en servir de plataforma para quienes promueven retórica y mentiras que un sector de la población hace ciertas con el peligro de apelar a individuos que decidan tomar acciones violentas por su cuenta.
También evidencia el vacío de liderazgo del país desde las más altas esferas.
Y es que un líder haría un llamado a la cordura y a la calma. Pero ese no ha sido el caso. Más bien se emplea la muerte de Kirk como excusa para redoblar los ataques contra la oposición liberal y los demócratas. Y también para justificar políticas públicas extremas, como ocurre en ciudades a través del país que se han militarizado bajo el pretexto de combatir la criminalidad, en especial mediante redadas indiscriminadas contra inmigrantes que tildan de “invasores” y “criminales”.
De hecho, la prensa reportó sobre planes para “desmantelar” las instituciones de izquierda por promover “violencia y terrorismo”.
Estados Unidos ha tenido una historia de violencia en diversas etapas. Su expansión fue posible desplazando, despojando y eliminando a los pueblos indígenas. La Guerra Civil entre el Sur y el Norte resultó en más muertes que en cualquiera de los otros conflictos bélicos donde Estados Unidos participó. Luego está su trato a los afroamericanos primero con la esclavitud, luego con la segregación racial, los asesinatos políticos que marcaron la sangrienta lucha por los derechos civiles, la discriminación contra hispanos y otras minorías de color, incluyendo el destierro de estadounidenses de origen hispano.
Muchas de estas luchas siguen vigentes como atestiguamos hoy con las deportaciones indiscriminadas y la militarización de ciudades dirigidas por demócratas afroamericanos.
Pero Estados Unidos también tiene una historia de aspirar a ser mejor. Esa aspiración ha producido avances en los derechos civiles, de la mujer, de las minorías. Esos mismos avances están bajo ataque en este nuevo capítulo oscuro de nuestra historia colectiva.
Y a pesar de esto, la mejor opción es no echar leña al fuego y tener como norte esa aspiración a ser mejores como individuos, vecinos y como país.

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