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Altares de difuntos en memoria de animales muertos en los incendios forestales en Bolivia

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Una persona muestra el pasado jueves, panes con rostros o tantawawas para poner en una mesa o altar en honor a los animales que murieron en los pasados incendios forestales, en La Paz (Bolivia). EFE/Gabriel Márquez

La Paz, 1 nov (EFE).- Las conmemoraciones por los días de Todos los Santos y los Fieles Difuntos en Bolivia, que comienzan este viernes, están marcadas en esta ocasión por mesas o altares armados para recordar a los animales silvestres fallecidos en los incendios forestales que este año arrasaron con cerca de 10 millones de hectáreas.

En La Paz la iniciativa partió de algunas asociaciones de panaderos y reposteros que todos los años preparan los panes y las llamadas ‘masitas’ o bollería dulce y salada que son característicos de estas festividades para recibir a las almas de los difuntos.

Uno de los lugares donde se armó una mesa dedicada a la fauna víctima de los incendios es el atrio del templo católico La Merced, cerca del centro del poder político del país, dentro de la feria de los afiliados a la Asociación de Panificadores Artesanales de Integración y Ramas Afines (Apiara).

El altar incluye varias ‘t’antawawas’, los panes antropomórficos que representan al difunto, aunque además de los humanos, también hay unos en forma de tucán, armadillo, mono, oso y de una serpiente.

La expositora María Eugenia Fernández, promotora de la iniciativa, explicó a EFE que todos los años la asociación arma un altar en la feria y este año quisieron «hacer un pequeño homenaje a los animalitos que han fallecido en los incendios en la Chiquitania», una de las zonas más afectadas por el fuego en la región oriental de Santa Cruz.

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Con la mesa se busca «reflexionar a la gente porque nos están quitando bastante fauna, muchos animalitos, seres vivos que no tienen la culpa de nada», lamentó Fernández.

Una iniciativa similar se vio en otra feria de panaderos montada en la plaza Alonso de Mendoza, en el norte del centro histórico de La Paz, donde el altar para los animales lleva mensajes que rezan «Somos la voz de los que no tiene voz» y «basta de los incendios forestales».

En esa mesa, además de monos y serpientes, también hay panes en forma de lagartos y peces, entre otros.

La tradición

La creencia en Bolivia señala que las almas de los difuntos descienden desde los cielos el 1 de noviembre al mediodía para comer y beber lo que en vida les gustaba y luego dejan este plano tras haberlo visitado durante un día.

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Para esperarles, las familias preparan las mesas con panes de distintas formas, fruta, bebidas, flores, cañas de azúcar y la comida que los difuntos disfrutaban en vida, entre otros elementos.

Según Fernández, «lo que no tiene que faltar en un altar» son los panes en forma de escaleras, caballos y llamas, las galletas con forma de cruces y las ‘t’antawawas’, e indicó que «cada cosa que se pone en la mesa tiene su significado».

Por ejemplo, los bizcochuelos o bizcochos, unas piezas rectangulares hechas sobre todo con huevos, azúcar y harina, emulan al ataúd de los difuntos, mientras que las escaleras ayudan al descenso y ascenso de las almas y los caballos y las llamas les ayudan a transportar las ofrendas recibidas, explicó.

También están los maicillos, una especie de galletas de harina de maíz, las dulces empanadas, similares al maicillo pero con mermelada al medio, las empanadas de dulce de lacayote, una fruta de los Andes, los panes de chocolate y los suspiros o merengones que, según Fernández, representan «el último suspiro de la persona fallecida».

Esta panadera ha innovado con una oferta de ‘t’antawawas’ en forma de perros y gatos, para incluir a las mascotas fallecidas en el altar porque «también son parte de la familia».

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«Estas son tradiciones antiguas, tradiciones de nuestros ancestros que no deberían perderse» y no deben ceder espacio a otras festividades como el Halloween, comentó a EFE la representante de Apiara, Sonia Chuquimia.

Las mesas se colocan en los hogares, pero también en espacios públicos y en entidades estatales y privadas.

Gina Baldivieso

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