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Crimen y Justicia

Bordar para resistir: palestinas enseñan en España el ‘tatreez’ para preservar su arte

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La gazatí Dalia Hammad (derecha) enseña a bordar al estilo tradicional palestino. EFE/J. P. Gandul

Madrid, 16 oct (EFE).- Durante los dos años de ofensiva israelí en Gaza, a Dalia bordar le daba cierta paz y le permitía abstraerse. Ahora que ha conseguido salir, en Madrid enseña a mujeres españolas los bordados típicos palestinos (‘tatreez’) como una forma de resistencia.

“La ocupación (israelí) intenta robarlo todo, incluso nuestro arte. Así que esto es una forma de salvarlo y de resistencia”, dice a EFE Dalia Kayed, una joven de 21 años que hace poco más de un mes salió de ciudad de Gaza y ahora enseña a bordar en un taller de la Casa Árabe de Madrid.

Un grupo de chicas se arremolinan en torno a Avo Zoughbi, la otra maestra palestina del taller, mientras explica en un español mezclado con inglés: primero doblas la tela en cuatro, encuentras la unión y cuentas.

Uno, dos, tres, cuatro… cuentan las puntadas que tienen que dar a la tela siguiendo los patrones: una estrella, el ciprés insigne de Palestina u hojas de café.

El bordado siempre ha sido parte de la vida de Avo. A los cuatro años, lloró hasta que su madre, su tía y su abuela le dieron un trozo de tela para bordar un copito de nieve.

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“Creo -explica Dalia- que la mejor manera de mantener vivo este arte es enseñárselo a la gente, no solo a la de Palestina, porque en muchos países les interesa nuestro arte”.

Un arte vivo

El tatreez (‘bordado’ en árabe) es el arte tradicional de bordado palestino y cada zona tiene su propio patrón. Así, saben reconocer cuando una mujer viene de Hebrón, de Gaza o de Belén por sus vestidos tradicionales.

El de Avo, que es de Belén, es negro con las “estrellas de Belén” rojas, mientras que Gaza se distingue por motivos organizados en forma de collar en los cuellos de los vestidos.

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Ahora estos bordados no son tan comunes en el día a día, pero Dalia borda motivos pequeños, no tan llamativos, para llevar en algún lugar de su ropa, como mapas de Palestina con una sandía de fondo o mariposas con la bandera palestina.

El bordado y la guerra

A Dalia bordar le ayudó durante la guerra a olvidar las bombas, el miedo, las 17 veces que tuvo que desplazarse en estos dos años, la muerte de su hermano y la desesperanza. “Después de unos meses, encontré tela y colores, y empecé a coser. Era algo relajante, algo del pasado, algo que me hacía sentir feliz”, cuenta.

Cogía la aguja, el hilo y, con un pódcast en sus auriculares y una taza de té, bordaba todos los días. “Nosotras no tenemos forma de defendernos; bordar es nuestra forma de resistencia, salvar nuestro arte es una forma de resistencia”, subraya.

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Hace un mes, después de que Israel acabara con el edificio de más de más de 10 plantas en el que vivía, consiguió salir de Gaza: “Fue muy duro”. Toda su ropa, sus recuerdos, todo menos un teléfono móvil se quedó en la Franja.

Avo pudo traerse a España muy poco, pero rescató el chal que su madre le tejió para su boda; un precioso pañuelo negro, con una franja de estrellas rojas, que usó para taparse los hombros al entrar a la iglesia a dar el “sí”.

Estas estrellas son el primer patrón que las alumnas del taller pueden imitar si siguen el folleto elaborado por Tirazain.com, un archivo digital para preservar este arte.

Algunas son expertas y cosen rápido, mientras las más novatas preguntan: “¿cómo doy la primera puntada sin hacer un nudo?”, “¿Pero empiezo por arriba o por abajo?”

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Con esperanza de volver

Al comienzo del taller, no pueden evitar comentar que después de tantos meses de noticias trágicas por fin Gaza vive un alto el fuego.

Una de las hijas de Avo, de la misma edad que Dalia, le dijo a su madre si podían regresar a casa.

Dalia también lo está deseando, aunque sabe que no es posible porque volver a antes de la guerra suena casi a utopía.

“Todos mis amigos, toda mi familia están allí, pero no hay dónde vivir, así que no podemos ir”, admite.

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Y aunque no pierde la sonrisa, subraya: “En realidad, el alto el fuego no significa que la vida se normalice en Gaza, porque lo destruyeron todo. E incluso hay mucha gente que no sabe nada de sus familiares; no saben si siguen vivos, si murieron o si el ejército se los llevó”.

Asegura que cuando saquen los escombros empezarán a salir las historias de aquellos que yacen bajo ellos y, mientras tanto, ellas continúan haciendo lo que pueden por preservar su historia, en este caso bordar.

Irene Escudero

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