Política
Donald Trump, el maestro de la provocación que nunca admite una derrota
Washington, 4 nov (EFE).- Atacar siempre, nunca disculparse y jamás admitir una derrota. Son las lecciones que Donald Trump aprendió de joven y un manual que ha guiado su vida hasta hoy, cuando este hombre de negocios convertido en político acaricia su objetivo de volver a la Casa Blanca pese a su turbulento primer mandato.
Las elecciones de este martes entre el exmandatario republicano y la vicepreisdenta demócrata Kamala Harris son las terceras a las que se presenta Trump, pero en ninguna de las anteriores las encuestas le habían dado tantas opciones de ganar como ahora.
Este maestro de la provocación, de 78 años, ha logrado reflotar una carrera política que parecía acabada cuando en 2021 salió derrotado de la Casa Blanca con un país dividido por una polémica presidencia que tuvo un final explosivo con el asalto al Capitolio.
Para Trump, el duelo con Harris no es solo una oportunidad para reescribir su legado, sino también una cuestión casi de supervivencia personal dado que volver al poder le permitiría eludir las cuentas pendientes que tiene con la Justicia.
Un magnate convertido en presidente
Nacido el 14 de junio de 1946 en Queens (Nueva York) de una familia descendiente de alemanes, Donald John Trump se licenció en Finanzas, a los 28 años tomó el relevo de la inmobiliaria de su padre y construyó un imperio millonario no exento de controversias por deudas y evasiones de impuestos.
Pero su carrera política no podría explicarse sin la fama que adquirió gracias al mundo de la farándula y la televisión. Incluso presentó su propio programa, «El aprendiz» («The Apprentice»), en el que despedía a concursantes que pretendían trabajar en su empresa.
Cuando en 2015 bajó las escaleras mecánicas doradas de la Torre Trump para anunciar su primera carrera presidencial, el Partido Republicano se lo tomó como una broma, pero su imagen de ‘outsider’ lo catapultó a la nominación.
Prometió construir un muro fronterizo y, contra todo pronóstico, ganó las elecciones de 2016 a Hillary Clinton. El magnate había logrado conectar con la clase trabajadora blanca que se sentía víctima de la globalización y quería hacer «Estados Unidos grande de nuevo».
Nacía así el trumpismo, uno de los movimientos políticos más importantes de la historia de Estados Unidos y que ha influido en las derechas populistas de todo el mundo.
Un mandato incendiario
Desde que llegó al poder, Trump abrazó el insulto y la confrontación como estilo político y gobernó a golpe de Twitter. Aunque popularizó el concepto ‘fake news’ para arremeter contra los medios de comunicación, él mismo fue un gran difusor de mentiras.
La cuestionable gestión de la pandemia de covid-19 y los disturbios raciales dinamitaron su reelección, que meses antes parecía asegurada por el buen desempeño de la economía.
Perdió en 2020 contra Joe Biden aunque, fiel a su estilo, nunca admitió la derrota y difundió la mayor de sus mentiras: la del fraude electoral.
Los tribunales desecharon todas sus demandas, pero una turba de fanáticos trumpistas asaltó el Capitolio el 6 de enero de 2021 en un último intento frustrado de frenar la transición de poderes.
«Volveremos de alguna forma», dijo Trump al dejar Washington repudiado por sus aliados y cuando parecía condenado al ostracismo.
El resurgimiento
Pero el magnate nunca desapareció de la primera línea; capitalizó el descontento por la elevada inflación y utilizó a su favor sus varios líos judiciales, incluida su imputación por el asalto al Capitolio y la condena por los pagos irregulares a la actriz porno Stormy Daniels, la primera condena a un expresidente y que sigue pendiente de sentencia.
Hizo campaña con una foto de su ficha policial como si fuera un perseguido político y arrasó este año sin despeinarse en las primarias del Partido Republicano, que se ha moldeado a su imagen y semejanza.
Un culto al líder que llegó a su máximo esplendor el pasado 13 de julio cuando Trump esquivó una bala por los pelos en un intento de asesinato en un mitin electoral, una escena que quedó inmortalizada en su icónica foto con el puño en alto y la oreja ensangrentada.
El republicano no ha moderado su retórica: ha insinuado que sería «dictador por un día», ha acusado a los migrantes de comerse las mascotas de sus vecinos y se ha negado a disculparse después de que un humorista en uno de sus mítines llamara «isla de basura» a Puerto Rico.
Aunque viven separados, su regreso a la presidencia también sería el retorno como primera dama de la modelo eslovena Melania Trump, su tercer matrimonio después de Ivana Trump y Marla Maples.
Con un inconfundible peinado rubio y bronceado anaranjado, Trump no bebe, ama las hamburguesas y es muy supersticioso: haciendo campaña en un McDonald’s derramó la sal y se lanzó un poco por el hombro como conjuro contra la mala suerte. Es mucho lo que está en juego.
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