Clima y desastres
Ecuador redobla esfuerzos para extinguir las llamas en el paraíso andino del Cajas
Cuenca (Ecuador), 19 nov (EFE).- Entre las majestuosas cumbres de los Andes ecuatorianos, se alza el Parque Nacional Cajas, que alberga un mosaico de 786 lagunas, entrelazadas con sublimes montañas, exuberante flora y diversa fauna, donde ahora se redoblan los esfuerzos para extinguir un incendio, que comenzó hace nueve días.
Hogar de unas 600 especies de plantas vasculares y 43 de mamíferos, el Cajas se extiende en 28.544 hectáreas, unas 1.400 de las cuales -según datos preliminares de la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos (SNGR)- están afectadas por un flagelo que comenzó el 11 de noviembre.
El acceso al Cajas es tan sencillo y relajado que turistas admiran desde autobuses de dos pisos las imponentes montañas, mientras escuchan explicaciones sobre la biodiversidad de la zona, pero como el fuego inició en las partes altas, combatirlo desde tierra es complicado.
Por eso, con la descarga de miles de litros de agua desde helicópteros a más de 4.000 metros de altitud, han logrando controlar el flagelo, aunque aún no extinguirlo, confirmó este martes a EFE una fuente de la SNGR.
Especies en peligro
Con altitudes que van desde los 3.160 a 4.450 metros, el Cajas es un refugio para 157 especies de aves, incluidos los majestuosos cóndores andinos (en peligro de extinción), y de una multitud de mamíferos como conejos, ratones pescadores y marsupiales, zorros, llamas y alpacas, en menor medida.
A esto se suman 17 especies de anfibios y peces, como uno nativo similar a un pez gato, conocido como ‘preñadilla’, que está en peligro de extinción tras la introducción de la trucha arcoíris (oncorhynchus mykiss), según agentes de turismo en el lugar.
Entre el bosque húmedo montano y el páramo que integran la zona, la temperatura más elevada llega a 18 grados, frente a los dos grados bajo cero que puede alcanzar en las partes altas.
Unos dicen que su nombre proviene de «caxas», frío en quichua, mientras otros creen que deriva de la apariencia producida por su tipo de formación geológica, que forma «cajas» en las cuales se encuentran las lagunas.
Entre la flora del lugar, destacan los bosques de polylepis, conocidos como árboles de papel que, con sus troncos rojizos descascarados, parecen susurrar historias de tiempos antiguos.
La esencia del agua
En el Cajas, ahora restringido parcialmente al turismo debido a los fuegos, se han contado cerca de 165 lagunas con más de una hectárea de superficie y 621 con menos de una hectárea.
Las lagunas, que reflejan el sol que ahora soporta la zona afectada por la sequía, son el alma del parque situado en la provincia del Azuay (sur), y creado en 1977 como área nacional de recreación, para ser catalogada como Parque en 1996.
En la zona alta, hay extensos pajonales, con almohadillas en las partes más anegadas, que dan la sensación de que el suelo se hundiera al caminar, como en los alrededores de la laguna Toreadora.
Con innumerables valles producidos por al avance y retiro de los glaciares hace millones de años, en el Cajas el agua desciende del páramo hacia bosques y ciudades en ambos flancos, originando hacia el oriente los ríos Tomebamba, Mazán y Yanuncay.
Éstos fluyen al río Paute, que alimenta el complejo hidroeléctrico más grande de Ecuador que, debido a la sequía soporta desde hace dos meses apagones que han llegado hasta a 14 horas diarias a nivel nacional.
Además, el Tomebamba y el Yanuncay son dos de los cuatro ríos que cruzan Cuenca, donde sus causes ahora yacen en silencio, cubiertos de piedras grises que en otras épocas susurraban vida.
Cultura, devoción y misterio
Paso natural entre la Sierra y la Costa, el Cajas ya era utilizado por los cañaris, un pueblo preincaico que habitó la zona hasta verse dominado por el imperio inca y posteriormente por los españoles.
La huella espiritual se afincó en este espacio en 1988, cuando la ecuatoriana Patricia Talbot, dijo haber visto allí a la virgen, tras lo cual se levantó un templo, que ahora visitan cada mes los feligreses.
Tras el templo, se yergue una montaña, coronada por una inmensa roca semejante a un rostro humano mirando al cielo. Junto a ella, los católicos ven en un conjunto de piedras la representación de la Sagrada Familia.
Rodeada de historias y leyendas, cada rincón del Cajas es un recordatorio de que la belleza y la vulnerabilidad de la naturaleza están entrelazadas en un frágil equilibrio, que ahora afronta las consecuencias de una sequía, como claro indicio del impacto del cambio climático.
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