Crimen y Justicia
El discreto refugio de los warao venezolanos en los bosques de Trinidad ante las tensiones
Moruga (Trinidad y Tobago), 18 dic (EFE).- Elegido inicialmente como un lugar para preservar sus costumbres por decenas de familias migrantes warao de Venezuela, los bosques de Moruga, en el sur de Trinidad y Tobago, se han convertido ahora además en un discreto refugio ante las tensiones militares y las amenazas de deportación.
Los indígenas warao, conocidos como ‘la gente del río’ de Tucupita (Venezuela), se dedican a la caza menor, la siembra de cultivos y la construcción de casas de madera sobre pilotes en las boscosas colinas Trinity, lejos de las redadas policiales contra migrantes en los centros urbanos.
Familias con apellidos como Beria, López, Marín, Silba, Gutiérrez, Pérez, Quintero y Medina viven dispersas por la zona, adonde empezaron a llegar en 2018, incluyendo una finca de ocho hectáreas que puso a su disposición el trinitense Eric Lewis, Gran Jefe de las Primeras Naciones Soberanas Nativas.
“No hay agua corriente en las colinas, así que dependen de los manantiales y la lluvia. Sobreviven plantando, compartiendo y respetando la tierra”, explica a EFE Lewis, reconocido por los warao como su jefe y llamado Cacique Iramo.
El cacique, quien media en disputas dentro de la comunidad, incluyendo matrimoniales, es un admirador del estilo de vida familiar y la ética ambiental de los warao.
Al respecto, Manuel Beria, uno de los pocos miembros del grupo warao que habla un inglés funcional, señala que cazan “solo por comida, nunca por deporte”.
“No creemos en dañar el medioambiente”, asegura a EFE Beria, quien se registró como migrante en Trinidad y Tobago en 2019, como muchos venezolanos que ahora temen que no les renueven los permisos que vencen a finales de año.
Una vida alejada de la crisis regional
Si bien muchos Warao dicen sentirse más seguros en las colinas que en las ciudades, algunos admiten estar angustiados por la política migratoria y el agravamiento de las tensiones entre Venezuela y Trinidad, que ha dado su apoyo al despliegue militar estadounidense en el Caribe.
La última medida del Gobierno trinitense esta semana fue permitir temporalmente el tránsito de aviones militares estadounidenses en sus aeropuertos locales, como parte de la cooperación bilateral en materia de seguridad.
“Hay mucha policía aquí. No tengo papeles y siempre estoy preocupado, por mi tierra natal y por si me deportan”, se lamenta a EFE Eudismarar Silva, un warao originario de Tucupita.
No obstante, para la mayoría, los bosques ofrecen una sensación de protección ante la actual crisis, permitiéndoles además vivir como lo hacían a orillas del río Orinoco en Venezuela.
“Los warao, a pesar de todas sus dificultades. Se ríen con facilidad, perdonan con facilidad y lo comparten todo”, destaca Lewis, uno de los pocos trinitenses que habla el idioma warao.
El Cacique Iramo explica que las prácticas de crianza también son diferentes. Los niños corren libremente, nadan desde muy pequeños y se cuidan unos a otros.
Por la tarde, ancianos como Leonel López, Credi Silba y Daniel Marín tejen cestas de moriche, transmitiendo tradiciones orales. La palma también se utiliza para hacer hamacas, cuerdas, faldas y adornos, y su fruto se come.
Comunidad unida frente a las adversidades
Pérez afirma que el acceso al agua sigue siendo uno de los principales desafíos en los bosques de Moruga, ya que cuando no llueve, no tienen agua y deben caminar una larga distancia para recoger agua potable.
A pesar de estas dificultades, compartir la tierra garantiza la seguridad alimentaria. La yuca, el maíz, el ñame y los plátanos se plantan y cosechan colectivamente y las comidas se preparan y comen en comunidad.
Las mujeres procesan la yuca para obtener harina que se usa para hacer dumplings o roti. Su dieta se compone principalmente de víveres molidos, carne, frijoles y calabaza.
“Nada pertenece a una sola persona. Si una persona cocina, todos comen”, asegura Lewis.
Los warao viajan ocasionalmente en taxi a otras partes de Trinidad como Icacos, donde residen algunos de sus familiares, antes de regresar a los bosques para vivir en gran medida ocultos, guiados por valores comunitarios, conocimientos ancestrales y un fuerte vínculo con la tierra.
Para la artesana warao Isma Beria, que fabrica hamacas, la vida en Trinidad y Tobago ofrece tanto retos como oportunidades: “A veces nos tratan mal, pero podemos conservar nuestras costumbres”.


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