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El fino pelaje de los guanacos, clave en la conservación de un emblema argentino

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Fotografía de un guanaco en el parque provincia La Payunia, el 28 de febrero de 2024, en Malargue (Argentina). EFE/ Juan Ignacio Roncoroni

Malargüe (Argentina), 17 mar (EFE).- El guanaco, uno de los mamíferos más emblemáticos de toda Suramérica, se convirtió en las últimas semanas en protagonista de la actualidad política argentina por las declaraciones de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich.

Con poblaciones masivas en algunas partes del país, pero amenazados por la ganadería no regenerativa y por los cazadores furtivos en otras, estos camélidos podrían tener en su finísimo pelaje la clave para una conservación sostenible.

La discusión se enrareció a finales de febrero. En medio de una nueva polémica entre el presidente de Argentina, el libertario Javier Milei, y los gobernadores de las provincias patagónicas, Bullrich descalificó a la provincia de Chubut (sur) al considerar que en esta desértica región del sur del país «ya no vive nadie, nada más que un millón de guanacos».

Posteriormente, la excandidata presidencial de la coalición centroderechista Juntos por el Cambio matizó sus palabras y abrió el debate sobre la superpoblación de estos animales en las provincias del sur argentino, donde los ganaderos ovinos los consideran una «problemática acuciante» para su actividad.

María José Bolgeri, de la ONG centrada en la conservación de animales salvajes Wildlife Conservation Society (WCS), considera que la problemática entre guanacos y ganaderos no es nueva.

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«Hace dos siglos se incorporaron muchas cabezas de ganado en un ambiente frágil, pero cuando el precio de la lana cambió en los años ochenta por la introducción de los tejidos sintéticos y el tamaño de las explotaciones disminuyó, esta especie silvestre empezó a reconquistar lugares donde se les había liquidado», explica Bolgeri a EFE.

Para controlar su población, especialmente en las provincias patagónicas, las prácticas de caza de guanacos se convirtieron en un fenómeno habitual.

«Se les arrea (captura), se les sube a un camión y se les mete en un frigorífico», denuncia la bióloga, que considera que la intención de esta práctica no es el control de una ‘plaga’, sino «bajar la carga de guanacos para introducir más ovejas y seguir generando desertificación».

De acuerdo a los últimos datos de las autoridades argentinas, la población de guanacos en el país se situaría en el entorno de los 600.000 ejemplares. También existen poblaciones de estos animales en Perú, Bolivia y Chile.

Para Bolgeri, existe una alternativa a la demonización de los guanacos: la esquila en estado silvestre.

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El pelaje de estos animales es una de las fibras más finas del mundo, pero el arreo de los animales para proceder con su esquila no es un proceso sencillo.

«No son fáciles de manejar», reconoce la bióloga, que también considera que los esfuerzos de los ganaderos que optan por intentar diversificar sus explotaciones e incorporar al guanaco se enfrentan a trabas en la exportación, a dificultades administrativas y a una escasa visibilidad comercial.

«Algunos productores tienen que desplazarse más de 400 kilómetros para firmar un papel», dice a EFE la bióloga.

Actualmente, WCS trabaja con autoridades provinciales y productores en la capacitación de ganaderos.

Bolgeri trabaja en este y otros proyectos de conservación animal en la localidad de Malargüe (provincia de Mendoza, oeste del país). donde se encuentra la reserva de La Payunia, un área volcánica protegida en la que habita una población casi sedentaria de entre 10.000 y 20.000 guanacos. Allí, la esquila en ‘silvestría’ se remonta a 2005.

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Los guanacos, incorporados este año al listado de la Convención sobre la conservación de las Especies Migratorias de Animales Silvestres, encuentran en La Payunia un hábitat propicio para sus necesidades, sin alambres, vallados o persecuciones.

En este escenario, su población se ha estabilizado y sus efectos en los pastos de la zona son menos notables que en otras áreas del país.

Juan Verano

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