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El líder de AD ve viable formar Gobierno y rechaza pactar con la ultraderecha lusa

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El líder de la coalición de centroderecha Alianza Democrática (AD), Luís Montenegro, este 10 de marzo de 2024. EFE/ Tiago Petinga

Lisboa, 11 mar (EFE).- Pedro Nuno Santos, que supo resucitar tras una dimisión polémica para convertirse en el sucesor de António Costa al frente del Partido Socialista (PS) de Portugal, dio este domingo la sorpresa al conceder la victoria a su rival de centroderecha, Luís Montenegro, en un paso que ha dejado sorprendidos a propios y extraños.

Nadie sabe si Santos tendrá un as en la manga pero lo cierto es que va a dejar gobernar a Montenegro, pese a que no tiene una mayoría suficiente en el Parlamento y no quiere pactar con la ultraderecha, con lo que es posible que vaya a jugar una guerra de desgaste.

Por lo pronto, el antaño apodado como ‘enfant terrible’ de los socialistas, ahora más moderado para contentar a las diferentes facciones de su partido, ha avanzado que será líder de la oposición.

Santos (São João da Madeira, 1977) fue escogido nuevo secretario general del PS en diciembre, después de que Costa presentase su dimisión tras saberse investigado por la Fiscalía en un caso de irregularidades en negocios del litio, el hidrógeno y un centro de datos.

Su elección fue vista como un relevo generacional pero también como un giro a la izquierda del partido que, dos meses y medio después, no se ha cumplido.

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Se granjeó fama de rebelde y radical hace más de una década, cuando Portugal acababa de ser rescatado por la troika: «O se ponen finos o no pagamos. Y si no pagamos la deuda y se lo decimos, a los banqueros alemanes les temblarán las piernas», llegó a decir en el Parlamento.

Su inclinación política lo llevó a coordinar las negociaciones con la izquierda para lograr un inédito pacto que sería bautizado como ‘geringonça’ y que permitió a Costa dar la vuelta al resultado de unas elecciones que había perdido y ser primer ministro.

Pero el nuevo líder socialista moderó su discurso para borrar las diferencias internas y apelar al voto del centro este 10 de marzo, lo que dejó una versión descafeinada en los debates y actos de campaña de quien antes era visto como combativo.

En su cara a cara contra el otro gran candidato a primer ministro, Luís Montenegro (PSD, centroderecha), llegó a admitir que podría dejar paso a un Gobierno conservador para hacer de cortafuegos de la ultraderecha.

Es un lado hasta ahora no visto de un político que lanzó su candidatura para liderar la formación presentándose como «nieto de zapatero e hijo de empresario», que creció en un entorno privilegiado con el que nunca se ha llevado del todo bien.

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Santos ha asegurado que su inquietud por la política surgió en la escuela, ante las desigualdades que veía entre los niños que no gozaban del mismo privilegio que él.

Cuando cumplió los 18 le regalaron un jeep que nunca enseñó a sus compañeros de facultad.

Años después, ya en el Gobierno, se compró un Porsche y lo terminó vendiendo ante las críticas recibidas: «No es coherente con la forma en la que quiero estar en la política», lamentó entonces.

Siempre quiso mostrar que era diferente y, cuando era secretario de Estado, se tomó un mes de baja por paternidad tras el nacimiento de su único hijo, algo poco habitual en la política portuguesa y especialmente en los hombres.

Antes de eso dirigió la Juventud Socialista -su primer cargo de líder- y posteriormente fue diputado en el Parlamento, donde llegó a ser vicepresidente del grupo socialista.

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Tras las negociaciones de la ‘geringonça’, Costa lo premió con la Secretaría de Estado de Asuntos Parlamentarios y en las siguientes legislaturas lo ascendió a ministro de Infraestructuras y Vivienda.

Fue un ascenso para unos y un caramelo envenenado para otros, ya que ambos han mantenido siempre una relación de amor-odio y la cartera incluía asuntos tan espinosos como el nuevo aeropuerto de Lisboa y la aerolínea TAP.

Costa siempre ha sido consciente de las pretensiones de Santos para liderar la formación. «Le paso ahora el balón en el partido y después se lo paso en el PS», le dijo el todavía primer ministro en un acto de campaña en 2015.

Otras veces su respuesta no fue tan simpática y en alguna ocasión le tuvo que avisar de que todavía no estaba pensando en la «jubilación».

El mayor choque entre ambos fue en junio de 2022, cuando Santos aprobó de forma unilateral una resolución sobre el nuevo aeropuerto de la capital. Costa la anuló horas después y le hizo pedir disculpas de forma pública.

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A finales de ese mismo año, TAP acabó por dictar su salida del Gobierno.

El entonces ministro dimitió por una indemnización irregular pagada por la aerolínea de capital estatal a una administradora, meses después nombrada secretaria de Estado del Tesoro.

Muchos declararon entonces la muerte de su carrera hacia la cima, pero la renuncia de Costa en noviembre de 2023 lo devolvió al tablero político.

Se llevó las primarias en diciembre con el 61 % de los apoyos de los militantes frente a un candidato más moderado y se lanzó a la campaña electoral, en la que explotó sobre todo su legado gubernamental, con numerosas visitas a obras públicas.

Por lo pronto, después de este domingo, tendrá que aparcar sus aspiración de seguir los pasos de Costa al frente del Gobierno para liderar la oposición.

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Paula Fernández

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