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El lobi de la polémica tecnología de captura y almacenamiento de CO2 aterriza en la COP29 del clima

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Bakú, 16 nov (EFE).- Alabada por algunos como solución para sectores difíciles de electrificar, como la industria pesada, pero criticada por los movimientos ecologistas, que argumentan que supone una distracción que roba tiempo y dinero a las soluciones climáticas eficientes, el lobi de la captura y almacenamiento de carbono ha desembarcado con fuerza en la COP29.

Hasta 480 defensores de esa tecnología, representando a empresas o grupos de presión, están acreditados en la cumbre climática de Naciones Unidas que se celebra hasta el próximo 22 de noviembre en Bakú, según un análisis difundido hoy por el Centro para el Derecho Ambiental Internacional (CIEL, por sus siglas en inglés).

«El número de cabilderos de Captura, Utilización y Almacenamiento de Carbono (CCUS, por sus siglas en inglés) supera a las delegaciones principales de Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y la Unión Europea combinadas. Casi la mitad de ellos (209) participan como miembros de delegaciones nacionales, lo que podría darles mayor acceso a las negociaciones», señaló esa plataforma en un comunicado.

Además, la Presidencia de la COP29 que alberga Azerbaiyán, un país donde el petróleo y el gas tienen un peso mayúsculo en la economía, invitó a otros 55 delegados relacionados con la captura y almacenamiento de CO2 (CCS, por sus siglas en inglés y conocida también como CCUS), una tecnología que supone capturar el dióxido de carbono emitido para inyectarlo en almacenes subterráneos.

No es un concepto nuevo, pero ha ganado en los últimos años y se está empezando a desplegar a escala industrial en distintas partes del mundo, como Reino Unido o Dinamarca.

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Sus detractores argumentan que hay que alejarse más rápido de los combustibles fósiles en vez de distraerse escondiendo bajo tierra el CO2, que en todo caso podría volver a escaparse con un terremoto o alguna otra anomalía.

«El número de lobistas de CCS ha aumentado en comparación con la conferencia del año pasado en Dubái (475), a pesar de que el número total de participantes en Bakú es significativamente menor (52.504 personas acreditadas frente a 81.027 en la COP28, sin contar medios de comunicación y personal de apoyo), agregó CIEL.

La CCS representa «una tabla de salvación para las industrias del carbón, petróleo y gas, que buscan formas imaginativas de evitar acciones climáticas efectivas» y «estos intentos están dando resultados» porque «cada vez más planes climáticos nacionales apuestan por estas tecnologías poco confiables», añade el Centro para el Derecho Ambiental Internacional.

«Estamos presenciando un lavado verde por parte de quienes intentan retrasar la inevitable eliminación de los combustibles fósiles. Esta gran presencia de cabilderos confirma que la industria de captura de carbono está trabajando arduamente para promover esta tecnología equivocada», agrega esa plataforma medioambientalista.

CIEL recuerda que un estudio de 2023 de la Escuela Smith de la Universidad de Oxford indicaba que la captura y almacenamiento puede resultar «enormemente dañina económicamente» pues costaría al menos 30.000 millones de dólares al año más que una estrategia de mitigación basada en energías renovables, eficiencia energética y electrificación.

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El recuento de delegados que han venido a promocionar esa tecnología en la cumbre de clima se conoce un día después de que la plataforma Expulsar a los Grandes Contaminadores (Kick Big Polluters Out) denunciara que en la conferencia climática de Naciones Unidas en Bakú hay acreditados 1.773 lobistas de empresas de combustibles fósiles.

Los defensores de los hidrocarburos desplazados a la capital azerí superan a las delegaciones de los países más vulnerables y al personal de casi todos los Estados presentes en la conferencia climática de Naciones Unidas.

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