Cultura
Jafar Panahi da un aviso con ‘Un simple accidente’: “El régimen iraní se ha autodestruido”

Madrid, 16 oct (EFE).- El premiado cineasta iraní Jafar Panahi, director de ‘Un simple accident’ (‘Un simple accidente’), una historia sobre violencia aderezada con inteligentes toques de humor negro y cierta esperanza, considera que la cinta “es un mensaje sobre el futuro: el régimen se ha autodestruido por dentro, solo le queda el cuerpo”, explicó a EFE.
Director, guionista y activista por los derechos humanos, pudo salir de Irán el pasado mayo tras quince años de prohibición de viajar al extranjero y siete meses en prisión, y presentó su último trabajo en Cannes, donde se alzó con la Palma de Oro. Después visitó el Festival de San Sebastián en septiembre, donde se hizo esta entrevista.
En ‘Un simple accident’, Panahi, de 65 años, retrata la cotidianidad a menudo surrealista de los ciudadanos de Irán. Un grupo de antiguos presos políticos trata de averiguar si han dado con su torturador, al que solo pueden reconocer por la voz, mientras se afanan en tareas como preparar su inminente boda, trabajar en un taller mecánico o ayudar a una parturienta.
“En la cárcel te sientan en una silla frente a la pared con los ojos vendados mientras un policía te interroga. Pero más que tener la atención puesta en qué contestar, estás pendiente de la voz que te está preguntando. Quieres reconocer y entender a esa persona y tu oído se fortalece, pierdes el resto de los sentidos”, rememora Panahi.
Por eso, con sus antiguos compañeros de prisión en la memoria -“yo había salido, pero otros seguían dentro, algunos desde hace diez años, y me preguntaba qué podía hacer por ellos”- el autor de ‘Taxi’ (‘Taxi Teherán’, 2015) decidió “empezar una película con un personaje que, al escuchar una voz, se da cuenta de que la ha oído en algún sitio”.
Pese a la dureza del planteamiento, Panahi -que con esta película volvió a incumplir la prohibición de rodar durante veinte años- se hace una pregunta: “¿Hasta cuándo vamos a estar en este círculo de violencia?”, un pensamiento “que nos da esperanza para el futuro”, asegura.
“Es cierto que la película se ha hecho dentro de este régimen, pero este régimen no es duradero, va a desaparecer, se ha autodestruido, solo le queda cuerpo, pero desde el punto de vista cultural, económico, social, se ha destruido, no existe”, mantiene el cineasta.
Por eso, aunque el final de la película puede leerse en una clave aterradora, en realidad queda abierto, lo que implica “plantear una pregunta: ¿Qué va a pasar? Puede haber esperanza”, defiende el autor.
El humor como parte de la cultura iraní
Sobre el humor negro que está presente en el filme, Panahi explica que “los momentos cómicos están dentro de la cultura iraní y en su forma de ser” y por tanto son imprescindibles si se pretende hacer cine social y realista, por cruda que sea la historia que se cuenta.
“Basta estar en cualquier calle de una ciudad de Irán y al coger confianza empiezan los chistes y sonrisas para aguantar la amargura de la vida”, relata el autor, aunque advierte de que “el régimen religioso desde su fundación trató de destruir y arrancar de raíz ese sentimiento de alegría”.
En Cannes, Panahi pudo ver con espectadores una película suya después de quince años: “Hasta que un cineasta no ve una película con espectadores no averigua qué debilidades e imperfecciones tiene”, remarca, y se acabó alzando con el premio principal del certamen francés, país que presenta ‘Un simple accident’ para competir por los próximos Óscar.
Veinticuatro horas después, volvió a Irán sin saber lo que se iba a encontrar. “Cuando un iraní tiene éxito fuera, el régimen trata de destruir su imagen y la película diciendo que no tiene ningún valor artístico”, asegura Panahi, que remarca que su vida “es hacer películas”.
Representante de la ‘nueva ola iraní’, tiene el Oso de Oro de Berlín por ‘Taxi Teherán’; el Oso de Plata a mejor guion por ‘Pardé’ (‘Closed Curtain’, 2013); el mejor guión en Cannes (2018) por ‘Tres caras’, y el León de Oro de Venecia de 2000 por ‘El círculo’ (‘The Circle’).
En 2010 le condenaron a seis años de prisión y a veinte sin realizar filmes, escribir guiones, viajar al extranjero ni dar entrevistas, acusado de “reunión y colusión contra la seguridad nacional” y “propaganda contra el sistema” de la República Islámica de Irán.
Fue detenido de nuevo en julio de 2022 por protestar por la detención de los cineastas Mohamad Rasoulof y Mostafa Ale Ahmad y encarcelado hasta febrero de 2023, cuando salió tras una huelga de hambre.
Marina Estévez Torreblanca

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