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Crimen y Justicia

La inestabilidad social y política, el eterno verdugo de la economía naranja en Bolivia

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Turistas pasean en el sector turístico conocido como el Callejón de las Brujas, en el centro de la ciudad de La Paz (Bolivia). La inestabilidad social, que es casi una constante en Bolivia, se ha ensañado con sectores de la economía naranja como el turismo y la gastronomía. EFE/ Luis Gandarillas

La Paz, 19 oct (EFE).- La inestabilidad social, que es casi una constante en Bolivia, se ha ensañado con sectores de la economía naranja como el turismo y la gastronomía, que apenas se estaban recuperando tras la pandemia de la covid-19 y ahora están nuevamente contra las cuerdas por los conflictos políticos registrados este año en el país suramericano.

Al margen de los problemas en la economía, el mayor problema social actual deriva de la pelea interna en el gubernamental Movimiento al Socialismo (MAS) entre la facción afín al presidente del país, Luis Arce, y el ala leal al exmandatario (2006-2019) y líder del oficialismo Evo Morales por el control del Gobierno y el partido.

A principios de año ya hubo un bloqueo de los llamados ‘evistas’ por las elecciones judiciales, pero también contra un fallo constitucional que impide una nueva candidatura de Morales en las elecciones de 2025.

Ahora estos sectores bloquean nuevamente en el centro del país contra una investigación penal al exmandatario en un caso de presunta trata de personas y estupro, aunque también dicen protestar por la falta de dólares y combustibles y el encarecimiento de algunos alimentos, entre otros.

Entre los sectores más afectados están el turismo y la gastronomía, que sufrieron un duro revés durante la crisis política y social poselectoral de 2019 y luego por las restricciones durante la pandemia de la covid-19.

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Durante la pandemia la facturación en los restaurantes «no pasaba del 30 %», pero los propietarios tuvieron que seguir cumpliendo con sus responsabilidades ante sus empleados y los bancos, dijo a EFE el vicepresidente de la Cámara de Empresarios Gastronómicos de Bolivia (Cadeg), Ernesto Olivares.

El sector hotelero, que estaba con tasas de ocupación de 60 a 80 % antes de la pandemia «se vino a pique» y tuvo un «colapso total» ante las restricciones para los viajeros, y también tuvo que endeudarse para seguir cumpliendo con sus obligaciones, explicó a EFE el presidente de la Cámara Boliviana de Turismo (Cabotur), Luis Ampuero.

Pasado el peor momento, la situación empezó a mejorar un tanto para ambos sectores, pero en el último año surgieron problemas como la falta de dólares y combustibles y el encarecimiento de algunos alimentos, que se ahondaron como consecuencia de los bloqueos de rutas iniciados el lunes.

Conflictividad «patológica»

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Olivares indicó que en estos momentos los bloqueos «no están permitiendo que lleguen a otras regiones alimentos como pollo, arroz, azúcar» que se producen a gran escala en Santa Cruz, el motor económico de Bolivia, y que esto se traduce en el incremento de precios que normalmente luego «no vuelven a bajar».

El representante de los gastronómicos explicó que los restaurantes «han mantenido sus precios hasta donde han podido», pero ya no se pudo y, consecuentemente, también tuvieron que incrementarlos.

«El consumidor final ya empieza a ver dañada su economía cuando le aumentas el precio, comienza a buscar otras opciones y por lo tanto, las facturaciones que teníamos ya no van a ser de 100 %, van a bajar al 70 %», alertó.

Olivares recordó que el sector gastronómico «es el que más empleo da al sector joven» y que «ponerle la soga al cuello» solo destruye «la paupérrima economía de La Paz» y la nacional.

«El turismo es sumamente frágil, volátil. Como turista usted nunca va a viajar a un lugar en conflicto (…) Simplemente las reservaciones se cancelan», señaló por su parte Ampuero.

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Según Ampuero, mientras el turismo en el resto de Suramérica se recuperó, en Bolivia no ha vuelto a los niveles de 2019, cuando llegaron 1,4 millones de turistas, y se calcula que debe estar un 33 % por debajo de esa cifra.

«Nos vamos tipificando como un país que está en permanente situación de conflicto, con destinos donde de pronto hoy no hay nada, pero mañana puede haber» y esto frena el «intento» de recuperación del sector, lamentó.

Con todo, Olivares y Ampuero coincidieron en que ambos sectores desarrollaron «resiliencia» en un país donde la conflictividad social es «casi patológica», aunque también urgieron a una acción más decidida desde todos los niveles estatales para el despegue de la economía naranja boliviana.

Gina Baldivieso

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