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La paradoja de los alimentos en Colombia: desperdicio con hambre

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Fotografía de archivo fechada el 5 de abril de 2022 que muestra a comerciantes que trabajan en la venta y distribución de alimentos en la plaza de mercado Corabastos, en Bogotá (Colombia). EFE/Carlos Ortega

Bogotá, 29 sep (EFE).- En Colombia se pierden 9,7 millones de toneladas de alimentos al año, mientras que casi un tercio de los hogares vive en inseguridad alimentaria grave o moderada, una paradoja reivindicada este viernes con motivo del «Día internacional de concienciación sobre la pérdida y el desperdicio de alimentos».

«Con la comida que botamos en Colombia cada año podríamos darle de comer a toda la población de Panamá, más toda la población de Uruguay y toda la población de Luxemburgo las tres comidas al día durante un año», explica a EFE Juan Carlos Buitrago, director de Ábaco, organización que agrupa a 24 bancos de alimentos colombianos, para dimensionar esa cifra.

Eso se traduce, a su vez, en que con toda la comida que se desperdicia cada año en el país «se podría acabar con el hambre en Colombia».

«La paradoja es gigante hoy en Colombia: tenemos 20,4 millones de personas que tienen o que están utilizando estrategias de afrontamiento porque no logran acceder a los alimentos que necesitan, que están bajando la calidad de lo que comen saltándose comidas, pidiendo alimentos prestados o endeudándose para adquirir alimentos», recuerda Buitrago.

Además, las cifras son alarmantes, ya que en lo que va de año 219 menores de cinco años han muerto por desnutrición y más de 560.000 niños tienen desnutrición crónica, todo mientras «Colombia bota la tercera parte de los alimentos».

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Y más allá del hambre, «si la pérdida y el desperdicio de alimentos fuera un país, sería el tercer mayor emisor de gases de efecto invernadero», alerta WWF-Colombia.

 

Dónde se desperdicia y qué hacer

El 40 % de los alimentos que se pierden en el país están en la producción agropecuaria, por la falta de planes de abastecimiento que pongan en «una balanza la oferta y la demanda» para no producir de más, además de la escasez de rutas terciarias o buen estado de las vías para el transporte de alimentos.

Eso hace que «muchos agricultores a veces prefieran botar la cosecha porque les sale más caro cosechar». Y aún así, las frutas y verduras son de los alimentos que más se desperdician en Colombia.

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Por otro lado, el 16 % de los alimentos que se desperdician provienen de los hogares. Según un estudio de WWF, los colombianos entienden el desperdicio «solamente como lo que ocurre en el plato», pero engloba mucho más como el vencimiento de alimentos sin consumir.

Colombia tiene una reciente ley de desperdicio de alimentos cuya implementación está en marcha, pero como individuos, señalan desde las organizaciones, se pueden adelantar acciones para prevenir el desecho de alimentos, tales como planear la compra o buscar un mejor método para el almacenamiento, que sea más eficiente.

Hacer un inventario de las fechas de vencimiento o congelar los alimentos puede ser una buena estrategia. También es fundamental «comer local», aprovechar lo que está más cerca en cada región, que no solo ayuda a evitar el desperdicio, sino también al medioambiente, recuerda WWF-Colombia.

 

Los desperdicios y el medioambiente

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El desperdicio de alimentos afecta al medioambiente «por punta y punta», recuerda Carolina Escallón, oficial de Consumo Sostenible de WWF-Colombia. La parte final suele ser la más visible, cuando se tira a la basura y los residuos que genera, que acaban en algún relleno sanitario de la ciudad.

La degradación de estos acaba produciendo gas metano que, a su vez, su conecta con el ciclo de gases de efecto invernadero que hacen el clima más inestable y acaban incidiendo en la producción de alimentos.

Por otro lado, la producción de alimentos a escala global utiliza el 34 % de la tierra y el 70 % del agua dulce, así que cuando se desecha un alimento también se están tirando a la basura todos los recursos utilizados para el cultivo del mismo.

En este sentido, «si la variabilidad climática sigue aumentando -provocando lluvias torrenciales o sequías prolongadas, por ejemplo- vamos a poner en riesgo los cultivos» y, por tanto, no se podrá paliar el hambre. Lo mismo ocurre si sigue habiendo altos índices de pérdida de biodiversidad.

Laia Mataix Gómez

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