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La silenciosa muerte de aves en las carreteras de las paradisíacas islas Galápagos

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Fotografía del 11 de septiembre de 2024 del investigador científico senior de la Fundación Charles Darwin, Gustavo Jiménez, en una entrevista con EFE, en las Islas Galápagos (Ecuador). En las islas Galápagos, a unos mil kilómetros de las costas continentales de Ecuador, la vida silvestre florece en un entorno único y prístino, un paraíso natural en el que, por otra parte, ocurre la muerte silenciosa de cientos de aves al ser atropelladas por vehículos en la carretera. EFE/ Juan Francisco Chávez

Islas Galápagos (Ecuador), 7 oct (EFE).- En las islas Galápagos, a unos mil kilómetros de las costas continentales de Ecuador, la vida silvestre florece en un entorno único y prístino, un paraíso natural en el que, por otra parte, ocurre la muerte silenciosa de cientos de aves al ser atropelladas por vehículos en la carretera.

Por ello, ya entre 2003 y 2006 la Fundación Charles Darwin (FCD) realizó en la isla Santa Cruz, la más poblada del archipiélago, un proyecto para conocer la mortalidad de las aves en carretera, y con los datos emitió recomendaciones al Parque Nacional Galápagos (PNG), al Municipio y a las otras instituciones involucradas en este asunto.

Casi una década después, en una limpieza de la carretera que realizó la comunidad, encontraron más de treinta lechuzas muertas, lo que alertó al PNG, que acudió a la FCD para un nuevo estudio.

La FCD encontró más aves afectadas que la primera vez, especialmente el canario María (ave amarilla), seguido por los pinzones de tierra mediano y pequeño.

Los científicos de varias instituciones encontraron que, entre los afectados, había varios individuos endémicos y pequeños, y que las muertes ocurrían, especialmente, en época cálida (diciembre-mayo) y, más específicamente, en temporada reproductiva de las aves (abril y mayo).

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Especies afectadas

Gustavo Jiménez, investigador científico sénior de la Fundación Charles Darwin, comentó a EFE que en el estudio existen veintiún especies afectadas, especialmente las endémicas y nativas.

«Pero si anexamos las especies que están fuera de monitoreo, que también las colectamos, y otras que han sido atropelladas en el tiempo, llegan a más de 30 especies. Y si anexamos otras especies de otras islas, (son) más de 35 especies afectadas por atropellamiento de automotores», explicó al anotar que en las islas San Cristóbal e Isabela también han sido atropellados reptiles y mamíferos voladores, además de las aves.

Sobre el proceso de monitoreo, explicó que mensualmente limpiaban la carretera para, en la jornada siguiente, hacer el conteo de los individuos y polarizar los datos a todo el mes, pues ya en 2003 vieron que no había mucha variación entre los días.

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Como ejemplo, Jiménez señaló que en un monitoreo en los 39,5 kilómetros de la carretera que cruza de norte a sur la isla Santa Cruz, transitada mayormente por los turistas que llegan y salen del aeropuerto de Baltra, recolectaron más de 40 aves muertas en época cálida.

Para el experto, la velocidad de los vehículos es la principal causa de los atropellamientos, aunque también ve un cambio de comportamiento en época reproductiva en las aves, especialmente del canario María, que ataca a otros machos por defender su territorio.

«El problema del canario María es que cuando, principalmente, los juveniles son atropellados (y están golpeados) emiten un canto especial, como pidiendo auxilio, y vienen otros canarios María adultos que, lastimosamente, son atropellados en grupo», relató.

Corazones azules, zonas rojas

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Desde 2003 se han realizado varias acciones para evitar los atropellamientos y concienciar a la ciudadanía sobre la importancia de cuidar el ambiente y conducir a velocidad restringida.

Por ejemplo, se pintaron pequeños corazones azules en el lugar de la carretera donde hallaron cada ave muerta, «pero cuando el asfalto fue removido, se perdió toda esta información» in situ, comentó.

Asimismo, realizaron campañas para controlar el tiempo de recorrido entre el canal de Itabaca (norte) y Puerto Ayora (sur), de unos 45 minutos. Lastimosamente -dijo- muchos vehículos paraban en cualquier parte del recorrido, «y luego aceleraban para llegar al canal».

También se colocaron reductores de velocidad (badenes), que se retiraron luego, salvo en pocas zonas pobladas, por ser una carretera de primer orden.

Entre 2019 y 2020 implementaron «zonas rojas», en las que cortaron una franja de la vegetación paralela a la vía para constatar si las aves las usaban, en lugar de la carretera, como fuente de recursos: insectos, descanso, calor, agua si llueve y el paso entre ecosistemas.

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Y, al momento, trabajan en una campaña de información a largo plazo para evitar el atropellamiento de aves.

Aunque las aves afectadas actualmente por los atropellamientos no están en una alta categoría de la lista de especias en peligro de extinción, Jiménez alertó de una eventual pérdida de diversidad genética si continúa su muerte silenciosa en las carreteras.

Susana Madera

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