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Cultura

Las tradiciones navideñas resisten a la gentrificación y el desalojo en Ciudad de México

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Santiago Ávila permanece en un campamento de desalojados este viernes, en la Ciudad de México (México). EFE/Sáshenka Gutiérrez

Ciudad de México, 20 dic (EFE).- Mientras la Ciudad de México se llena de luces y consumo navideño, familias desalojadas celebran posadas en la calle, afuera de sus antiguos hogares, como un acto de resistencia para sostener la comunidad, la memoria y el derecho a no desaparecer ante la gentrificación y el despojo inmobiliario.

Frente al edificio donde vivió durante medio siglo, Gloria Dorador Martínez, de 68 años, sigue encendiendo la corona de Adviento, -un ritual católico que marca la espera de la Navidad-, como cada año, aunque ahora lo hace en la mesa improvisada del campamento donde resiste desde que fue sacada de su casa por sujetos armados, el 2 de octubre pasado.

“Podrán quitarme mi casa, lo que sea, pero mis tradiciones y las ganas de vivir, esas no me las quita nadie”, afirma Dorador Martínez, quien junto a su nieto vigila el campamento y, con el apoyo de otros vecinos, preparan una posada para este domingo.

Una lucha intergeneracional

Fotografía que muestra un campamento de personas desalojadas este viernes, en Ciudad de México (México). EFE/Sáshenka Gutiérrez

La abuela asegura tener “sangre revolucionaria”, al ser nieta de Silvestre Dorador, quien en la Revolución de 1910 luchó por el derecho a la propiedad de la tierra, y cuyo nombre hoy lleva el campamento que encabeza frente al inmueble 102 de la calle Mar Blanco, en la colonia Popotla, al norte de la capital.

A unos pasos del campamento ‘Silvestre Dorador’ está el ahora llamado ‘Árbol de la noche victoriosa’ -antes ‘Árbol de la noche triste’, donde Hernán Cortés lloró una derrota clave en 1520-.

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Allí, los vecinos romperán la piñata de la posada, cuenta Santiago Ávila Dorador, nieto de Gloria.

“Vamos a llevar esto al árbol, vamos a demostrarle a la gente que si en Popotla, hasta los conquistadores lloraron, aquí los gentrificadores con más razón van a chillar al darse cuenta de que no nos pudieron quitar nuestra casa, pues menos nos van a poder quitar nuestra alegría y tradiciones”, sostiene, Ávila, de 30 años.

El plan es armar “un verdadero jolgorio de barrio, con piñatas, infancias, abuelitas tomando y preparando ponche y cantando la letanía”, -explica el joven-, para mantener viva la “memoria” de la comunidad, que se ve amenazada “con la cercanía al Mundial”.

Santiago regresó a la casa donde creció porque “había que defender a la abuela”, comparte, y ahora resguarda el campamento por la noches, mientras ella duerme, muchas veces acompañado por vecinos solidarios y activistas que han ayudado a visibilizar el caso en redes sociales.

Celebrar en la calle

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Manuel Zepeda permanece en un campamento de desalojados este viernes, en la Ciudad de México (México). EFE/Sáshenka Gutiérrez

La idea de la posada fue de Manuel Zepeda, “uno de los ángeles” que Gloria dice que le “mandó Dios”, al ser uno de los vecinos más pendientes de los Dorador, una de las diez familias desalojadas del edificio y que permanece resguardándolo las 24 horas.

Zepeda destaca que este caso “no es aislado” y comparte patrones con otros desalojos recientes, pero también con el desplazamiento que vivió Jesús, como refugiado palestino, que es la esencia de la Navidad.

Manuel va y viene, como muchos otros vecinos, al campamento decorado con adornos navideños y un pino en la entrada, junto al letrero: “De Popotla a Palestina, vivienda digna”.

Entre las otras familias despojadas está la de Raúl Reguera López, expulsado de su hogar junto con su expareja y su hijo de siete años, quienes tuvieron que mudarse hasta Tlalnepantla, Estado de México, en la periferia de la capital.

Su caso ilustra el desplazamiento forzado hacia las orillas de la ciudad, impulsado por la respuesta gubernamental, donde el Instituto de Vivienda (INVI) otorga un subsidio temporal de 4.000 pesos mensuales (unos 200 dólares), una cifra con la que “no consigues” un departamento “para nada” en la capital, afirma Reguera.

Las acusaciones de desalojos violentos, irregularidades judiciales y colusión de autoridades se repiten en otros casos recientes, al igual que la respuesta del INVI, que ha prometido expropiar los inmuebles para permitir el regreso de las familias, que siguen sobreviviendo entre lonas, carpas y el frío.

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“Yo estoy luchando por mi predio, pero hay muchas Glorias Dorador”, dice la abuela, al recordar casos como el de Cuba 11, donde decenas de familias también pasarán la Navidad en la calle.

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