Crimen y Justicia
Los dos años de ofensiva contra Gaza alteran el ADN del “ejército del pueblo” de Israel

Tel Aviv / Beit Uziel (Israel), 5 oct (EFE).- El ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023 sorprendió a un Israel dividido por cuestiones políticas internas. En una sociedad en la que la vida militar y la civil se entrelazan para crear el conocido popularmente como “ejército del pueblo”, los dos años de ofensiva contra Gaza han hecho llegar la fractura social al seno de las fuerzas armadas.
EFE conversa con los pilotos retirados de las Fuerzas del Aire de Israel Uri Arad (73 años), Relik Shafir (72) y Guy Poran (69). Participaron en operaciones que configuraron la presencia de Israel en la región y hoy ven con preocupación la deriva de una sociedad dividida y una operación en Gaza que es ya, a ojos de numerosas organizaciones internacionales y algunos Estados, un genocidio.
“El ADN del pueblo ha cambiado. Sienten que ya nada es sagrado”, sentencia Poran, que encabeza una iniciativa de pilotos que piden el fin de la ofensiva, durante una conversación en una cafetería de Tel Aviv.
Si las decisiones del Gobierno eran históricamente incuestionables para el ejército, Poran describe ahora un panorama en el que la población duda de la legitimidad de una ofensiva que ha abandonado su presunto objetivo original: recuperar a los rehenes en Gaza.
En su lugar, ve una “guerra de venganza” en la que “el número de bajas civiles es tan alto que ya no es meramente por seguridad”.
Dos años de ofensiva se han cobrado la vida de más de 67.000 gazatíes, y una investigación de la revista israelí +972 y el diario británico The Guardian apunta a que el 83 % de los fallecidos eran civiles.
El “ejército del pueblo”

“La sociedad israelí se ha vuelto más violenta, más dividida, con tensiones más agudas entre los grupos. Y esto se refleja en el ejército”, explica Arad en una videollamada. Combatió en la guerra del Yom Kippur (1973), donde llegó a ser prisionero de Egipto.
Israel cuenta con unos 170.000 soldados regulares y unos 465.000 reservistas, según el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, con sede en Londres.
Entre los 18 y los 26 años los israelíes (salvo excepciones) deben hacer el servicio militar. Las mujeres sirven dos años y, los hombres, ocho meses más. Después pasan a la reserva, pudiendo ser llamados a filas hasta los 50 años en función de su rango u ocupación.
“Al final el ejército es parte de la sociedad, es lo que llamamos ‘el ejército del pueblo’”, incide Arad.
Decadencia social y en las filas

Relik Shafir acoge a EFE en su casa en la cooperativa agrícola de Beit Uziel. Allí conserva los mapas que utilizó para guiarse durante la ‘Operación Ópera’, un bombardeo sorpresa del Ejército israelí contra el reactor nuclear de Osirak (Irak) en 1981.
Shafir achaca el problema al sistema político, con una ultraderecha “mesiánica” (encarnada por ministros radicales como Itamar Ben Gvir o Bezalel Smotrich) en auge, que choca con el liberalismo que atribuye a los altos mandos del ejército: “Tienen que servir a un Gobierno en el que no confían”.
Pone como ejemplo al jefe del Estado Mayor, Eyal Zamir, cuya oposición a la última operación contra la ciudad de Gaza se filtró a la prensa, revelando los choques entre el Gobierno y la dirección militar.
Desde el 7 de octubre, los desacuerdos con la gestión de la ofensiva de Netanyahu han llevado a la destitución o dimisión de los principales mandos del estamento de seguridad: su exministro de Defensa, Yoav Gallant; el jefe del Ejército Herzi Halevi; el portavoz castrense Daniel Hagari o el director del Shin Bet Ronen Bar.
“Todo el sistema se está debilitando y perdiendo profesionalidad, y esto también se nota en el ejército. Ya no tiene la misma calidad que antes. Sí, sigue habiendo una Fuerza Aérea fuerte, equipamiento avanzado y potencia de fuego letal, pero a menudo esto se consigue a costa de la sofisticación”, apunta Arad.
Las guerras de Israel, antes y ahora
Asegura que una ofensiva como la que hoy sufre Gaza no se habría producido hace décadas: “Este ambiente, al final, fomenta los crímenes de guerra e incluso los crímenes contra la humanidad”.
“Intentábamos minimizar en la medida de lo posible el daño a personas inocentes (…) Hoy, parece que esos valores se han erosionado. Muchas personas se mueven por la venganza por la horrible masacre (del 7 de octubre) y la idea de que ‘no hay inocentes en Gaza’ está muy extendida”, lamenta.
Aunque las conversaciones se centran en los últimos dos años, Israel ya tenía una investigación por crímenes de guerra abierta en la Corte Penal Internacional desde marzo de 2021 por su actuación en los territorios palestinos.
Preguntado por este historial, Arad recuerda también la masacre de Sabra y Shatila en Líbano en 1982, cuando más de 2.000 personas murieron a manos de milicias cristianas con la connivencia del ejército israelí. “Estábamos allí y no hicimos nada, ni siquiera intentamos pararlo”, se lamenta.
Entonces, la masacre movilizó al 10 % de Israel en una protesta multitudinaria. Dos años de ofensiva en Gaza después, las protestas se centran en los rehenes y ninguna en la condena directa de la operación. “Hoy lo hacemos mucho, mucho peor. Lo hace nuestro propio país y no supone un debate”.
Paula Bernabéu

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