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Los restauradores de Leópolis que desafían los ataques rusos para preservar su patrimonio

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La restauradora Olena Savchuk (i) sostiene un kit médico mientras Ania Kudzia (d) muestra una de las esculturas que está siendo restaurada. A pesar del riesgo siempre presente de destructivos ataques rusos con drones o misiles, un equipo internacional de restauradores desafía el peligro y trabaja meticulosamente para preservar el patrimonio arquitectónico y artístico único de la ciudad ucraniana de Leópolis, protegido por la UNESCO. EFE/Rostyslav Averchuk

Rostyslav Averchuk

Leópolis (Ucrania), 1 nov (EFE).- A pesar del riesgo siempre presente de destructivos ataques rusos con drones o misiles, un equipo internacional de restauradores desafía el peligro y trabaja meticulosamente para preservar el patrimonio arquitectónico y artístico único de la ciudad ucraniana de Leópolis, protegido por la UNESCO.

Con movimientos cuidadosos y seguros, Olena Savchuk usa un escalpelo para limpiar una escultura de Juan Bautista del siglo XVI retirada de un edificio en la plaza central de Leópolis.

Los restauradores a menudo emplean las mismas herramientas que cirujanos y dentistas y los paralelismos con el cuerpo humano surgen a menudo de la descripción que hacen Savchuk y sus compañeros de su trabajo.

«Asocio la restauración con la medicina, porque cada objeto, igual que cada paciente, es muy diferente», explicó Savchuk a EFE.

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El impacto de la guerra

Según la UNESCO, el casco histórico de Leópolis, designado como «patrimonio mundial en peligro», es un ejemplo sobresaliente de la fusión de tradiciones artísticas y arquitectónicas de Europa oriental con las de Italia y Alemania.

Igual que un cuerpo humano, la piedra de los edificios y estatuas se ha visto sometida a través de los siglos al impacto de los elementos, a tratos inadecuados, y a la violencia.

El trabajo meticuloso y paciente de los restauradores, que a menudo lleva años, contrasta con la forma en que un misil puede destruir edificios enteros en una cuestión de segundos.

El equipo todavía no ha podido completar la restauración de la parte superior de la torre del antiguo monasterio benedictino de Leópolis, que se vio interrumpida por la invasión rusa en 2022.

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Cuando los primeros misiles rusos empezaron a caer en el país en febrero de ese año, los restauradores se apresuraron a cubrir las estatuas del centro urbano con protecciones improvisadas contra impactos indirectos.

Las frecuentes alarmas antiáereas dificultaron la labor en la torre debido a la necesidad de subir y bajar por los andamios, explicó Savchuk.

Algunos miembros del equipo se refugiaron fuera del país, mientras que la financiación adicional quedó en el aire debido a la incertidumbre y a los riesgos de la labor.

Desafiando el peligro

Desde entonces, las labores se han reanudado gracias al apoyo del Ministerio de Cultura de Polonia, que contribuye a la preservación del patrimonio de Leópolis, que fue parte durante siglos del Reino de Polonia.

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«Es importante mantener en la profesión a los restauradores experimentados, no dejar que años de cooperación se pierdan y seguir trabajando por nuestro futuro conjunto», explicó Ania Kudzia, la restauradora polaca que lidera el equipo.

Una restauración de calidad requiere mucho dinero y tiempo, pero el interés en esta labor había crecido rápidamente en Ucrania en los años anteriores a la invasión en 2022, afirmó Kudzia.

Según ella, Leópolis atraía a muchos profesionales debido al especial encanto y originalidad histórica que muchas otras ciudades europeas entretanto han perdido.

Al reanudar su trabajo durante la guerra, su equipo alienta con su ejemplo a otros colegas extranjeros a regresar y demuestra a Rusia que no le tienen miedo, señaló Kudzia.

«No huiremos. Ésta es nuestra manera de decir ‘No’ a esta guerra», enfatizó.

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Una ayuda más necesaria que nunca

El riesgo de los ataques con drones o misiles rusos no es el único desafío al que se enfrenta el equipo, dos de cuyos miembros se han unido al Ejército, y dejaron un gran vacío al faltar su experiencia y habilidad.

Kudzia, que también dirige la ONG ‘Ukraina Pomagamy’ (Ayudamos a Ucrania), a menudo viaja a ciudades próximas al frente, como Kramatorsk o Pokrovsk en Donetsk (este) para apoyar a los soldados.

Ya que la sensación de urgencia entre los donantes del extranjero se ha reducido, el taller ya no está lleno hasta los topes con suministros para el frente.

Sin embargo, debido a la presión rusa, la situación allí es extremadamente complicada.

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«Cualquier suministro médico que traemos desaparece como si fueran churros», destacó, mientras mostraba un kit médico rodeado de esculturas de hace siglos.

A pesar de los crecientes riesgos, Kudzia tiene previsto continuar con sus visitas al frente hasta el final de la guerra. «Necesitan nuestra ayuda más que nunca», enfatizó.

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