DEPORTES
Nadal, nace la leyenda
Málaga, 19 nov (EFE).-
– Las lágrimas del adiós
No pudo controlar la emoción en su último baile Rafael Nadal, que eligió las finales de la Copa Davis para su retirada. Al compás del himno español, mientras la cámara reparaba en su rostro, en primer plano, el ganador de veintidós títulos del Grand Slam no pudo contener la emoción y las lágrimas brotaron por su rostro. Salió a jugar, apoyado por un público entregado. Fue su adiós, su despedida.
– Abanderado de la Copa Davis
Fue casi el inicio de todo. No estuvo sobre la pista, ni ganó partido alguno. Pero figuró y figura entre las imágenes del éxito de España en la Copa Davis. Del primero de su historia, en el 2000, en el Palau Sant Jordi. Con catorce años, un jovencísimo Nadal portó la bandera de España en la presentación de los equipos. Un gran desconocido entonces que posó junto a Alex Corretja, Albert Costa, Juan Carlos Ferrero y Joan Balcells, el cuarteto campeón.
– Aquellos pantalones pirata, camiseta sin mangas. Los inicios.
Irrumpió Rafa Nadal en el circuito y rompió moldes. En un deporte plagado de tradiciones y ciertos formalismos, llegó con diecisiete años y toda la vida deportiva por delante. Dio frescura en cada torneo, ataviado como lo que era, un adolescente. Pelo largo, pantalones pirata, camiseta sin mangas y banda. Impuso una moda y así dio otro aire a cada temporada. Wimbledon, incluso, dio luz verde a la indumentaria del balear. El blanco, única exigencia. Pero pantalones pirata y sin mangas, fue posible.
Hace tres lustros que dejó de lado esa moda juvenil. Dejó primero los pantalones y alternó el juego con y sin mangas hasta que en los tiempos recientes, en plena madurez, su vestimenta adoptó una tendencia más clásica. Hasta ahora.
– Ningún trofeo sin mordisco.
Es un ritual más de Rafael Nadal, un tipo abrazado a las manías y los rituales antes, durante y después de los partidos, a morder cada trofeo que le entregan después de un triunfo. Posa Nadal con sus éxitos abrazados y con uno de los asas de sus copas entre los dientes delanteros. Ha mordido el balear veintidós Grand Slam, principalmente, más allá de los más de noventa éxitos que ha cosechado durante toda su carrera.
– Tumbado en el suelo de la pista
Es otra de las maneras, de las más habituales, de celebrar los triunfos en las finales de los torneos de Rafael Nadal. Otra imagen más. Boca arriba, con las piernas y los brazos abiertos. Mirando al cielo. Es el reflejo del éxito del mejor deportista español de todos los tiempos. Imágenes de los Grand Slam, sobre la arcilla de la Philippe Chatrier de París, o sobre la hierba del All England Club. O el cemento del Melburne Park, o de Flushing Meadows. Ha hecho el balear una forma de identidad la celebración de ese éxito.
– Inundaciones en Mallorca
La imagen dio la vuelta al mundo. Rafael Nadal se volcó con las inundaciones y las fuertes lluvias que en octubre del 2018 sufrió la comarca de Levante de Mallorca. Con un cepillo entre sus manos y unas botas de agua, el ganador de veintidós Grand Slam, como uno más, acudió como voluntario para colaborar e intentar paliar el desastre en las zonas más perjudicadas de la localidad. Achicó el barro que había en un taller y ofreció su academia para asistir a los damnificados por el fenómeno natural.
– En lo alto del podio olímpico
Dos veces Rafael Nadal ha subido a lo alto del podio en unos Juegos Olímpicos. El balear equipara el triunfo en unos Juegos con un éxito en un Grand Slam. Fue en Pekín, en el 2008 donde Nadal ganó el oro individual tras vencer en la final al chileno Fernando González. En semifinales había eliminado al serbio Novak Djokovic. Ocho años más tarde, en Río 2016, se proclamó campeón olímpico de dobles, con su amigo Marc López. Nadal, en lo alto del podio, mordió también el oro.
– Abanderado olímpico
Rafa Nadal portó la bandera de España en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Río 2016. Encabezó a la delegación de España. Aunque la idea y la decisión era que fuera el abanderado de España en Londres 2012 una lesión le apartó de dicho acontecimiento. Esperó cuatro años más. Apuntaba ya al mejor de la historia y con una americana azúl, pantalón y corbata roja y un sombrero de color natural encabezó a la delegación de España.
– La antorcha de París
Fue la gran imagen de la ceremonia de inauguración de París 2024. Inesperado, sorprendente, que llenó de orgullo al deporte español. En el tramo final de la ceremonia, fue la estrella sorpresa de la ceremonia. París tuvo un reconocimiento especial con el catorce veces ganador de Roland Garros. Y fue elegido para formar parte del recorrido final de la antorcha. Lo iició Zinedine Zidane a los pies d ella torre Eiffel y entonces fue cuando apareció la figura de Nadal. El español condujo el fuego hasta una embarcación en la que estaban otras figuras del deporte mundial como Serena Williams, el atleta Carl Lewis y la gimnasta Nadia Comaneci.
– Roto el protocolo en Wimbledon
Era el considerado mejor partido de la historia, entre Nadal y Roger Federer. Interrumpido por la lluvia varias veces y cuando la falta de luz amenazaba un final prematuro y el aplazamiento al día siguiente, lunes. Pero le dio tiempo a Nadal a ganar, en cinco sets, en una tarde eterna, al número uno del mundo, al suizo Federer que durante dos años antes había impedido que el español ganara sobre la hierba de Londres. Pero ganó Nadal, su primer torneo de Wimbledon. Cayó al suelo y corrió por la grada de la pista central del All England Club. No hizo caso al protocolo ni al formalismo británico. Escaló a toda pastilla hacia el palco de su equipo y se fundió en un abrazo con su equipo. Con sus padres, con su tío Toni.
– El puño al aire
Es el símbolo de que todo va bien. De que en una jugada, en un punto, Nadal ha rozado la perfección. Un punto ganador, un passing al rival, una bola imposible. Nadal levanta el puño, celebra la acción admirada al mismo tiempo, aplaudida por el público. Es el reconocimiento. Puño al aire y rodilla en alto. Euforia, el éxito, la celebración.
– El llanto con Roger Federer
Fue en la última semana de septiembre del 2022, en la Laver Cup, en Londres. Roger Federer, de 41 años, jugó su último partido. Lo sabía. Y con él, su amigo, Rafael Nadal, con el que acentuó su buena relación en los años recientes. Con camiseta azul y pantalón blanco, sentados, uno al lado del otro, no fueron capaces de contener las lágrimas.
Supuso aquello el inicio del final de una época. La hegemonía del ‘Big Three’ empezaba a quebrarse. Ahora es el balear el que se marcha. Solo queda Novak Djokovic.
– La imagen que no existe
Es la de la furia, la de la impotencia. No existe en Nadal que jamás, a lo largo de sus más de dos décadas de carrera ha roto una raqueta, ha lanzado al suelo su herramienta de trabajo. Pocos, casi nadie ha dejado de jugar después de varios años sin contener ese momento de furia. Nadal sí. Esa imagen no existe. No está. Control, prudencia, humildad, espíritu. Saber ganar y saber perder. Autocontrol. Impecable.
Santiago Aparicio
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