Política
Polonia y Alemania, dos aliados condenados a no entenderse
Cracovia (Polonia), 1 oct (EFE) – Las siempre difíciles relaciones entre Varsovia y Berlín atraviesan una nueva crisis motivada por las acusaciones mutuas de falta de control de la migración ilegal y una retórica antigermana exacerbada en Polonia por la campaña electoral.
Además de reavivar los contenciosos históricos con Alemania, el gobierno nacionalista polaco de Ley y Justicia no ha cesado de plantear nuevas quejas y acusaciones contra sus vecinos occidentales-
Los ha criticado en todos los ámbitos y a todos los niveles, desde su modelo social hasta su política internacional, además de modelar a la Unión Europea (UE) como un «cuarto Reich» cuyo objetivo principal es impedir el desarrollo económico de Polonia.
Según el principal diario polaco, «alemán» ha sido uno de las diez palabras esgrimidas como «insulto» más repetidas durante la actual campaña electoral, y una de las maneras más frecuentes de descalificar al líder de la oposición, Donald Tusk, es la de llamarle «Herr Tusk» o caracterizarle como a alguien «con muchos amigos en Alemania».
Jaroslaw Kaczynski, líder del partido Ley y Justicia, es uno de los más imaginativos artífices de la retórica antigermana.
Así, afirmó en repetidas ocasiones que Alemania «cuenta con tontos útiles dentro de Polonia» que supuestamente «quieren que la bota alemana vuelva a pisar el cuello de Polonia» y Berlín «simplemente no puede soportar el éxito de la economía polaca» y que «ahora, en vez de ser los polacos quienes van a recoger espárragos a Alemania, sean ellos los que vienen aquí a recoger fresas».
Estos argumentos alimentan la campaña de cierto revanchismo histórico que tiene su principal pilar en la reclamación de reparaciones de guerra por la invasión de 1939, que ha venido acompañada del envío de sendas cartas informativas y peticiones de apoyo a 50 gobiernos, y el anuncio de que esa exigencia se llevará a los foros internacionales más importantes, como las Naciones Unidas y la UE.
Además de la artillería diplomática, Varsovia ha extendido a otros símbolos y detalles más sutiles, pero no menos importantes, su actitud beligerante contra Alemania: en sus correos electrónicos, la embajada de Polonia en Berlín adjunta siempre una fotografía de Varsovia devastada por los nazis y el enlace a una página que explica las reivindicaciones polacas.
Incluso en las cuestiones en que existe una sólida cooperación entre ambos países es difícil encontrar una verdadera sintonía.
Así, por ejemplo, la reciente decisión de Alemania de intensificar los controles fronterizos con sus vecinos polacos con el objetivo de frenar el flujo de migración ilegal, sirvió como ocasión para que Berlín y Varsovia se echasen en cara sus respectivas y supuestas incapacidades para gestionar el problema.
No faltaron menciones polacas a la «catastrófica y peligrosa» política de acogida alemana y exigencias desde Berlín para que Varsovia aclare el escándalo de venta de visados en sus embajadas de África y Asia.
En agosto, el caso de una joven polaca que fue violada por un inmigrante afgano en Múnich llevó al primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, a denunciar la «política de fronteras abiertas» y el programa de reubicación forzosa de inmigrantes que planea Bruselas, con Alemania como principal impulsora, según los polacos.
Poco antes, la catástrofe ecológica que mató a toneladas de peces en el río Óder dio lugar a otra escalada verbal trufada de acusaciones mutuas sobre la responsabilidad y las medidas de prevención que atañe a ambos países, y de nuevo surgieron voces desde el Gobierno polaco sobre el «plan alemán para frenar el desarrollo económico e industrial de sus ciudadanos».
El proyecto nuclear que Polonia ha puesto en marcha, con vistas a reconvertir su sector energético hacia un modelo menos contaminante que el carbón también ha provocado quejas y amenazas por parte de Alemania.
Ni siquiera la asistencia a Ucrania en la guerra, a pesar de que Polonia y Alemania se encuentran entre los principales donantes de armamento y material, ha servido para que estos países se impliquen en una cooperación consistente y coordinada.
En la cumbre de Davos de este año, Morawiecki acusó a Alemania de «no hacer lo suficiente», de «procrastinación» y de «vivir en el pasado, con todos los huevos en una cesta, la del gas ruso», palabras que abundaban en la afirmación de que «si hubiese dependido de la ayuda alemana, Ucrania ya no existiría ahora mismo».
La inminencia de las elecciones polacas, programadas para el 15 de octubre, ha propiciado el bombardeo continuo de mensajes directamente antialemanes, tanto en declaraciones institucionales como en los medios de comunicación y en los mítines, y varios miembros del Gobierno polaco han denunciado supuestas maniobras desde Berlín para intentar manipular los comicios.
Miguel Ángel Gayo Macías
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