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Revolución de las viejas, un manifiesto de Flavia dos Santos contra la cárcel de la edad

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Laia Mataix Gómez

Bogotá, 27 jun (EFE).- «¿En qué momento ser vieja se tornó razón de vergüenza para la mujer, en qué momento la palabra vieja es una grosería y tenemos que usar eufemismos?», plantea la sexóloga Flavia dos Santos, para quien es «encarcelante ser mujer después de los 50 años» y hace un alegato por la libertad y la sexualidad de «las viejas».

En su nuevo libro, ‘Eva mordió la manzana. Manifiesto de la mujer adulta’ (Sin Fronteras, 2024), la psicóloga y sexóloga brasileña no duda en atender a una realidad invisibilizada como es la vejez para las mujeres, su sexualidad y su forma de ver el mundo, explica una entrevista con EFE.

«Por un tema muy machista, por nuestro mundo patriarcal y con ese lenguaje misógino hacen que las mujeres vayan a buscar lugares de invisibilidad, casi que para no molestar y entonces uno se va asumiendo como una vieja y se va sintiendo cada vez más encerrada en una jaula (…) Porque viejo es el lugar que te pone el otro, no es el número, no es la edad», afirma.

A esto se suma una doble moral: «una mujer a los 30 años está vieja; un hombre a los 50 está maduro (…) la mujer está presa por todos los lados, en la moda, en la gastronomía, en el lenguaje y las elecciones, en los lugares que frecuentan, porque hay lugares que no son para mujeres viejas».

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De «una mujer de 50 que se muere dicen ‘pobrecita, se murió tan joven, tenía tanto por vivir’; una mujer de 50 que se pone una minifalda y va a ‘perrear’ es una vieja ridícula que no vive de acuerdo con su edad y no ve que ya pasó de la edad para eso», relata Dos Santos en su libro.

Infantilización y sexualidad

Dos Santos descubrió «con impacto» la infantilización de las personas mayores en un contexto de edadismo.

«Las personas te tratan como si fuese un total imbécil: ‘Ay, abuelito, ¿quiere un cafecito?, siéntate aquí tranquilito’ (…) Vas anulando una vida y un conocimiento para tratar de infantil y yo diría hasta idiota a una persona de más de 65 años», describe la psicóloga.

Frente a esto, Dos Santos hace un alegato para «construir una narrativa» para ti misma. «Como el patriarcado es el método, el machismo el sistema y la misoginia el lenguaje, nosotras nos acostumbramos a creer que pasada una cierta edad se nos va la libido y se nos va la sexualidad», pero desmiente, contundente: «no es verdad».

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«¿Qué es una mujer vieja? Una mujer que piensa por sí sola, es una mujer que goza, que tiene orgasmos», certifica la experta.

Y frente a esta imposición de pérdida de libido, hay dos formas de afrontarlo: «Hay un grupo de mujeres que dicen ya no más y acaban en lo que llamamos ‘divorcio canoso’, que está aumentando cada vez más», hasta el punto de llamarla «revolución del divorcio canoso».

Hay otro grupo que se encierra y dice: «‘me llegó la edad, el sexo no es para mí’, pero es una manera muy cobarde de no querer asumir los propios deseos, de entregarse otra vez a ese patriarcado».

Feminismo y vejez

El libro es, además de un «manifiesto a la libertad», un «llamado de atención a las personas más jóvenes, sobre todo mujeres, porque somos nosotras mujeres las que ponemos a las otras en el lugar de vieja, que las tratamos de aislar de la sociedad por miedo, porque ellas nos están dando muestras de nuestra vejez», de que llegaremos allá.

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«El feminismo abandona mucho a las mujeres viejas, va hasta una cierta etapa, veo una falta de apoyo, de movimiento, literatura de apoyo de las feministas a las mujeres mayores», dice, y por eso defiende «ampliar un poco más la perspectiva del feminismo y dar la mano a esas mujeres de 60, 65 y 70 años que están tratando de inspirarnos y darnos libertad, y no mantenerlas allá calladas».

Dos Santos sigue construyendo su propia narrativa tratando de huir de lo que define como «limbo eterno». «Uno no sabe si está vieja para eso o joven para aquello, no sabes si hay permiso para eso o permiso para aquello», afirma, aunque espera que algún día ya no tenga que existir ese «permiso», porque del otro lado hay «calidad de vida».

Mientras tanto, sigue aborreciendo el eufemismo «adulto mayor» y no le tiembla la voz al pronunciar la palabra «vieja».

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