Política
Sagasti: Perú está viviendo un periodo de demolición de instituciones
Lima, 27 nov (EFE).- Convertido en excepción a la norma en un país tan acostumbrado a ver pasar gobernantes, como luego a verlos encaminar la ruta que los conduce a prisión, el expresidente peruano de transición Francisco Sagasti ahora trona, con una voz no siempre escuchada, al asegurar que su país está viviendo un «periodo de demolición de las instituciones».
«Lo que estamos viendo de hace algún tiempo, es un proceso sistemático de desestructuración, desinstitucionalización o de demolición (…) de las instituciones que teníamos y que, más o menos, nos permitían ponernos de acuerdo y actuar en conjunto», explica Sagasti en una entrevista con EFE.
Por eso, considera que la primera tarea que debe abordar Perú «es revertir lo procesos de desinstitucionalización y destrucción de organizaciones, normas legales y formas de interactuar los unos con los otros».
Las reflexiones sobre la coyuntura que vive el mundo -«con un cambio de época muy profundo»- forman parte de su nuevo libro ‘Incertidumbre’ (Planeta), en el que también vuelca sus aprendizajes y experiencia como presidente entre noviembre de 2020 y julio de 2021, un mandato al frente un gobierno de transición que supuso un breve paréntesis en la crisis política peruana.
Fruto de sus reflexiones, ha observado ese periodo de demolición de «los balances y contrapesos que son esenciales para articular voluntades en conjunto entre personas que piensan distinto, de manera democrática, pacífica y que tenga ciertos resultados y mejorar la calidad de vida de toda la población».
Los retos del liderazgo
Como parte de este nuevo panorama, en el que existe «una cacofonía» de voces difundidas a través de las redes sociales, considera que quienes ejercen liderazgos se enfrentan a una nueva forma de hacer política.
«Desgraciadamente la forma en que está organizada la manera de hacer política en la actualidad, sobre todo en la época de las redes, hace que quienes ejercen el poder y la autoridad política de manera sensata sean blanco de la oposición de diferentes grupos de interés, tanto internos como externos», subraya.
Entre ellos menciona los intereses del crimen organizado, de las grandes empresas o de grandes potencias, «más los propios intereses de grupos a nivel nacional».
«Entonces el liderazgo tiene que ser ejercido de una manera consciente y, por decirlo así, mezclando y combinando los elementos disciplinarios, racionales y emocionales de acuerdo a la situación que se enfrente», sostiene.
Con base en la experiencia peruana y regional, el expresidente considera necesario «desarrollar nuevos estilos de liderazgo democrático, participativos, abiertos, potenciadores, que reconocen lo que pueden hacer otras personas y crean las condiciones para que lo realicen».
La necesidad de liderazgos democráticos muestra que hay otros que no lo son, por lo que, a sus 80 años, apela a su experiencia personal para recordar el auge y la caída de las dictaduras militares en América Latina y su negativa herencia.
Sin embargo, destaca que «hay una capacidad de recuperación» que permite «poder avizorar un amanecer diferente».
Frente al aumento de discursos autoritarios, considera que es como decir, a quien tiene un dolor de cabeza, que se golpee con la pared.
«El autoritarismo y la dictadura no es la forma. Es perfectamente posible resolver los problemas si existe un marco institucional razonable, que no es el que estamos teniendo ahora», agrega.
Para conseguirlo apela a «un esquema institucional razonable» que incluya instituciones democráticas y el respeto a los derechos humanos.
«Es falso que hay una antinomia entre democracia, por un lado, y autoritarismo por otro, la seguridad y el progreso son compatibles con instituciones democráticas», afirma.
Las incertidumbres
La incertidumbres que vivimos en el siglo XXI como los avances tecnológicos, la emergencia de nuevas formas de comunicación, de vinculación, de acción colectiva y las aplicación de nuevas tecnologías «hacen necesario adaptarse» a las nuevas realidades.
Ante esa situación, apuesta por reforzar la democracia, porque «un gobierno autoritario, vertical, dictatorial es incapaz, por su naturaleza, de escuchar voces diferentes, de procesarlas, de ver lo que tienen de positivo, lo que tienen de verdad y de responder adecuadamente, cambiando el rumbo, adaptándose».
Enfrentando una bifurcación del camino de los países, autoritarismo, por un lado, y democracia, por el otro, tiene la certeza del triunfo de la segunda, pero para ello es necesario que se involucren las nuevas generaciones y trabajen de manera consciente.
«Por eso siempre digo, el precio de no involucrarse en las políticas, ser gobernado por los peores», concluye.
Gonzalo Domínguez Loeda

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