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Verdi «sin límites»: actores con discapacidad psíquica debutan en la Ópera de Roma

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Roma, 25 nov (EFE).- La Ópera de Roma calienta motores para la inauguración de su temporada con la puesta en escena de una obra muy especial e inédita: una adaptación de ‘Simón Boccanegra’ de Giuseppe Verdi interpretada por actores con enfermedades psiquiátricas, recordando así que el teatro y la música pueden aliviar la vida… e incluso cambiarla.

Así lo cree, entre bambalinas, Paolo Vaseli, un romano que padece depresión y trastorno obsesivo compulsivo y que, brillantemente, da vida al protagonista de la obra, Simón Boccanegra.

«Los vínculos creados dentro del teatro, este sentido de calor y familiaridad, mantienen lejos las sombras y la oscuridad de la depresión, que es un sentimiento de soledad absoluta y de carencia de esperanza», asegura a EFE tras recoger el aplauso del público.

La Ópera de Roma, una de las más importantes del país del ‘Bel Canto’, inaugurará su temporada lírica este miércoles con el ‘Simón Boccanegra’ que Verdi estrenó en 1857 a partir de una obra del español Antonio García Gutiérrez.

Pero, de cara a esa cita tan esperada como prestigiosa, ha puesto en marcha por primera vez una versión de la misma obra para el ‘Teatro Patológico’, una institución fundada en 1992 por Dario D’Ambrosi para subir a las tablas a personas con problemas mentales.

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El resultado ha sido ‘El sueño de Simón Boccanegra’, una pieza más breve y sencilla e interpretada, no cantada, por una veintena de actores, hombres y mujeres de toda edad, con síndrome de Down, bipolares, esquizofrénicos o trastorno límite de la personalidad.

La cita tiene lugar en el cercano Teatro Nacional y en cada ‘serata’ ha logrado llenar sus butacas. «Yo los vi en una versión de ‘Pinocho’ y me quedé asombrada. Por eso he decidido venir a verles», confiesa Elisabetta, una entusiasta más entre el público.

En esta adaptación, Simón, antiguo corsario convertido en dogo de Génova, anhela entre sueños el océano, el amor y el rostro de una hija perdida en el pasado, mientras dos facciones luchan por imponer sus visiones de entender la música: la del cuerpo y la del alma.

Por eso, esta inevitable tragedia desemboca en los cánticos de los actores, que finalmente resuelven que la vida, más allá de los sufrimientos, es sencillamente música.

Pero, aunque sobre las tablas haya historias de sufrimiento, porque a final de cuentas eso implica la enfermedad mental, también hay auténticos ejemplos de superación. Y el público lo sabe… quizá por eso a más de uno se le escapa alguna lágrima al final.

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El propio protagonista, Paolo Vaselli, es un buen ejemplo. Su vida transcurría repartiendo panfletos hasta que un día se topó «por casualidad» con las instalaciones del ‘Teatro Patológico’ en la Vía Casia, en la periferia norte de la capital italiana.

«Cuando entré y vi toda aquella madera tuve la extraña sensación de haber estado ya en ese lugar. Esa primera impresión me impactó y tiempo después decidí empezar en el teatro, que era algo que ya me fascinaba. Ya no reparto panfletos, porque no tengo tiempo», afirma.

Paolo, de 49 años, apasionado del ‘heavy metal’ y del universo de dramaturgos como Luigi Pirandello o Nikolái Gógol, habla tranquilo tras haber conquistado al público, una noche más, con su dramatismo y su voz profunda: «El teatro mejoró mi vida, me ayudó mucho en mi modo de relacionarme y a encontrar confianza en mi mismo», promete.

La «familia» del ‘Teatro Patológico’ en estos años ha dado la vuelta al mundo, pasando por Tokio a la sede de Naciones Unidas en Nueva York, Estocolmo o Johanesburgo, y próximamente llevará sus representaciones a Seúl, Londres, Atenas o la ‘meca’ de Broadway.

La puesta en escena de esta versión del ‘Simón Boccanegra’ para la Ópera de Roma se produce precisamente el año en que se conmemora el centenario del nacimiento del psiquiatra Franco Basaglia, que da nombre a la ley que en 1978 prohibió los manicomios en Italia.

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La efeméride la tiene en mente el propio director, que al final de la función, arropado por sus actores y actrices, recuerda que en otros lugares del mundo, ni siquiera demasiado lejanos, estas personas -denuncia- estarían «atadas con camisas de fuerza».

«Es una vergüenza», clama D’Ambrosi ante un público rendido, visiblemente emocionado.

Gonzalo Sánchez

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