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Villa San Luis, el memorial que rescata del olvido a las víctimas de desalojo de Pinochet

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Santiago de Chile, 27 jun (EFE).- La historia de dolor de más de mil familias que fueron desalojadas de sus hogares, por la fuerza y con violencia, en plena dictadura de Augusto Pinochet todavía resuena entre las paredes de hormigón -grises, sucias y llenas de grafitis- del llamado Block 14, el único vestigio en pie de la popular Villa San Luis, levantada por Salvador Allende en el corazón del barrio capitalino de Las Condes.

Marion Vásquez (59 años), Erika Molina (57), y Luis Parada (70) pisan por primera vez lo que queda hoy de esa villa desde que fueron expulsados ilegalmente por los militares a finales de los 70.

«Nunca pensamos que nos iban a sacar, creíamos que creceríamos aquí para siempre, pero lo que ocurrió nos cambió la vida», dice a EFE Vásquez, que tenía ocho años cuando fue expulsada «fusil en mano y en camiones de basura».

Parada llegó con 18 años a la villa: «Aquí hubo gente que fue humillada y pisoteada, y que necesita que les pidan perdón», denuncia.

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Desalojados «fusil en mano»

Entre 1976 y 1980, los militares desalojaron a unas 5.000 personas de sus viviendas sociales de la Villa San Luis, construida por el Gobierno socialista de la Unidad Popular (1970-1973) para los vecinos más pobres de Las Condes –un sector pudiente de la capital– y que en esa época vivían en poblaciones a orillas del río Mapocho o en campamentos provisionales.

«Nunca olvidaré cómo nos sacaron: tiraban los colchones, nos empujaban e insultaban», recordó Antonieta Miranda, presidenta de la Fundación de Desalojados de la Villa San Luis (FDVSL), que agrupa 850 familias.

Su madre «abrió una sábana, echó de todo a dentro» y luego los soldados «la arrojaron por la escalera y se cayó».

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Una «política de Estado»

El fundo San Luis era un terreno de más de 150 hectáreas, enclavado en Las Condes, que constituía «la mejor reserva urbana de la capital, rodeado de zonas residenciales de primera categoría», en palabras del director de la Corporación de Mejoramiento Urbano (Cormu) del Gobierno de Allende, Miguel Lawner.

«Establecimos una nómina de las familias más postergadas que optarían a nuestras soluciones habitacionales», señaló Lawner.

Los pobladores nunca obtuvieron el título de propiedad de inmueble debido a que requería de un certificado de fin de obras que debía entregar la Municipalidad de Las Condes, aliada de la oposición socialista. Sin embargo pagaron mes a mes el crédito de su vivienda.

«Los militares las desalojaron pretextando que se trataba de una ocupación ilegal», reprochó el arquitecto, pero «su único delito fue obtener una vivienda en un coto supuestamente reservado para familias de altos ingresos o empresas multinacionales», agregó.

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El historiador Paulo Álvarez explicó a EFE que este episodio fue parte de una «política de Estado» de la dictadura (1973-1990) conocida como «Operación Confraternidad», que obligó a más de 30.000 familias de poblaciones de Santiago “a salir de sus hogares».

«Humillados por tener que irnos»

Los pobladores fueron desplazados hacia los suburbios, en inmuebles antiguos y en precarias condiciones, algunos de los cuales propiedad del Ejército (incluso hasta hoy) y fueron obligados a pagar por décadas un nuevo crédito desestimando las cuotas abonadas por años en San Luis.

«Llegamos a un sitio que nadie conocía, donde no había nada. Las casas estaban «destruidas, deshabitadas, sin ventanas, ni baños, ni puertas, y ahí tuvimos que rehacer nuestras vidas de nuevo», contó Erika Molina.

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«Además de la humillación por cómo nos tuvimos que ir, vivimos la humillación de lo que recibimos», lamentó Parada.

En 2017 el Gobierno chileno declaró como Monumento Histórico Nacional el sector de la Villa San Luis donde se ubica el Block 14, hoy propiedad de una inmobiliaria, donde se levantará un sitio de memoria pionero en Chile en homenajear a las víctimas de desalojos forzosos en la dictadura.

«Es un reconocimiento a los despojados, a sus hijos y nietos; una muestra de respeto hacia lo que sufrieron», dijo a EFE el director del Colegio de Arquitectos, Mario Neira, organizador del concurso para diseñar el nuevo espacio.

«Este memorial significa ganar una batalla porque fue lo último que no pudieron derribar», sincera Marion Vásquez mientras aguarda cada rincón del Block 14. Y cierra: «Lo sacaron todo pero no lo lograron con este edificio y hoy es un pedacito de nuestra historia. Y es bonito».

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