Crimen y Justicia
Volver a la Siria pos-Asad: de campos de refugiados a tiendas de campaña en la patria
Noemí Jabois
Buwaidah al Sharqiyah (Siria), 8 dic (EFE).- Desde la caída de Bachar al Asad hace un año, la destruida aldea siria de Buwaidah al Sharqiyah ha recuperado a buena parte de los vecinos que huyeron durante la guerra civil, quienes ahora han preferido cambiar los campos de refugiados por tiendas de campaña en su propia tierra.
Según datos de la ONU, unos dos millones de desplazados internos han regresado a sus zonas de origen en Siria tras el cambio en el poder y más de un millón de refugiados han retornado desde otros países, pese al proceso de reconstrucción aún pendiente y a la escasez de servicios básicos.
La familia de Fátima Azin Hamoud regresó a Buwaidah al Sharqiyah apenas diez días después de la caída de Al Asad, el tiempo que les llevó desmontar su tienda de campaña en el Líbano y reunir los 600 dólares que costaba el alquiler de un vehículo lo suficientemente grande para trasladar sus pertenencias hasta el otro lado de la frontera.
“Estás 13 años de tu vida viviendo en el Líbano en la tienda de campaña y ahora vuelves con tus hijos a la misma tienda de campaña. Esto solo te destroza, bastante es que viviste en un país que no es el tuyo y ahora también en tu país vives en la tienda”, lamenta a EFE esta madre de cuatro hijos.
Volver sin nada

Fátima asegura que todos y cada uno de los vecinos de la aldea huyeron en pleno conflicto iniciado en 2011, algunos a otras localidades sirias y otros a países cercanos como Turquía, el Líbano o Jordania.
En su caso, solo se fueron cuando Buwaidah fue asediada en 2013, y tras aguantar un año y medio de violencia “sin pan, sin gas, ni agua ni nada”. La mujer, de 31 años, no olvida la huida a pie hasta el Líbano: “La artillería nos siguió durante todo el camino, vigilaban donde había gente y disparaban”, relata.
Pese a haber pasado más de una década en territorio libanés, su familia decidió volver a Siria nada más conocer la noticia del derrocamiento del anterior régimen, este lunes hace un año.
“Cuando se produjo la liberación, no se pueden describir los sentimientos que tuvimos. Dijimos ya está, tenemos que volver, aún sabiendo que no había casa ni lugar al que ir”, apunta Fátima.
De regreso en Buwaidah al Sharqiyah, se encontraron una situación que describe como “muy desastrosa” y a tan solo unas pocas decenas de familias que también retornaron con sus tiendas de campaña para vivir, por aquel entonces, sin electricidad, ni agua ni comercio alguno donde abastecerse.
Antes de la guerra, Mohamed al Ekesh tenía aquí una casa de 180 m² que ahora está en el suelo, como casi todas en la aldea.
“Empezamos a sacar los escombros de las casas destruidas por nuestra cuenta, lo que se llevó casi todo el dinero que teníamos. Los 400 o 500 dólares que pagamos para retirar los escombros casi nos hubieran servido para establecer los cimientos de la casa”, explica el residente a EFE.
Mohamed mantiene que todos los vecinos retornados desde el Líbano en el último año están endeudados por al menos 1.000 dólares, pues, cómo él, se gastaron todos sus ahorros en limpiar los terrenos y erigir estructuras temporales para resguardarse del frío.
Mejor en Siria

Los últimos recuerdos de Mohamed sobre la guerra y los primeros de la posguerra hablan de dos realidades opuestas, pero igual de duras.
“Estuvimos tres días por los caminos sin comer ni beber; caminando, llevando a los heridos, enterrando a nuestros muertos en los bosques, comiendo las hojas de los árboles hasta que llegamos a Ara y de allí al Líbano”, cuenta sobre su huida de la aldea en 2012.
“Cuando se liberó la patria, volvimos con la esperanza de una vida mejor. No digo que todo esté mejor ahora, porque regresamos a una zona totalmente destruida (…) Pero aquí estamos en nuestro país”, defiende el padre de familia.
A diferencia de los demás, Nihad Ahmed Hamud dio bastantes vueltas antes de acabar en territorio libanés: primero huyó a otra aldea siria durante siete años; luego fue obligada por el antiguo régimen a regresar a Buwaidah y, finalmente, se fue del país para salvar a sus hijos del servicio militar obligatorio.
Por ello, no olvida el día que finalmente le permitió volver a su tierra sin miedos, el 8 de diciembre en que cayó Al Asad, ni las celebraciones que se prolongaron toda la noche en su campamento de refugiados en el Líbano.
“Por la mañana, la gente ya se estaba preparando para volver, aunque sabían que no tenían casas, colegios, hospitales, electricidad, ni agua y que no había vida en su tierra (…) No tenemos nada, ni trabajo, pero estamos contentos y seguros en nuestro país”, concluye. EFE
ar-kbs-njd/amr/cg
(foto)(vídeo)
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