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Francia celebra a Tarsila do Amaral con la mayor exposición de su obra en Europa

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Exponente del modernismo en América Latina y una de las figuras culturales más influyentes de la historia de Brasil, la pintora Tarsila do Amaral (1886-1973) ya tiene una gran exposición en Europa, la que le consagra el Museo de Luxemburgo de París a partir de este 9 de octubre y hasta el 2 febrero de 2025. EFE/ Antonio Torres del Cerro

París, 4 oct (EFE).- Exponente del modernismo en América Latina y una de las figuras culturales más influyentes de la historia de Brasil, la pintora Tarsila do Amaral (1886-1973) ya tiene una gran exposición en Europa, la que le consagra el Museo de Luxemburgo de París a partir de este 9 de octubre y hasta el 2 febrero de 2025.

La muestra, que reúne 150 obras, entre ellas 49 lienzos y 64 dibujos, es además una de las más completas sobre la artista brasileña, junto a «Tarsila Popular» (2019), en el Museo de Arte de Sao Paulo (MASP), y la retrospectiva de 2018 del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA).

La exposición de París que se estrena la próxima semana, que lleva por título ‘Tarsila do Amaral, pintando el Brasil moderno’, viajará además al Guggenheim de Bilbao en el primer trimestre de 2025, avanzó la comisaria de la muestra, Cecilia Braschi.

«Es una retrospectiva que abarca toda su carrera, del principio al fin», puntualizó esta especialista en arte sudamericano del siglo XX.

Integran la exposición la etapa parisina; la del movimiento antropófago -uno de los cimientos de la identidad brasileña que abogaba por enriquecerse de su propia cultura y de la occidental-; el periodo comunista; y la fase dedicada al desarrollismo de Brasil.

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Nacida en una familia de terratenientes del interior de Sao Paulo, región que ya empezaba a despuntar a inicios del siglo XX como centro económico y financiero, Tarsila se crió «como todas las niñas de la aristocracia brasileña de la época. Era culturalmente más francesa que brasileña», puntualizó Braschi.

Bilingüe, la joven artista pasó un primer año en la capital francesa, de 1921 a 1922, una estancia de la que, como ella misma confesó, regresó «sin ninguna información interesante», pero sí «con algunos lindos vestidos».

Fue a partir de 1922, a su vuelta a Sao Paulo poco después de la celebración de La Semana de Arte Moderno de ese mismo año (marco de la cultura brasileña), cuando el talento de Tarsila «explotó», según la comisaria.

Sus dos autorretratos de 1923 y 1924 son una muestra de la influencia parisina, pero también del inicio de un inconfundible estilo exuberante por sus colores y contundente por sus formas.

Tarsila formó junto a su pareja de entonces, el poeta y ensayista Oswald de Andrade, «el binomio del modernismo brasileño». Ella en la pintura y él en la literatura.

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‘A Cuca’ (1924), ‘Carnaval em Madureira’ (1924) y ‘Urutu’ (1928) son algunos de los cuadros que recogen el costumbrismo y el folclore brasileño que se convertirían en base de la identidad cultural del joven país. La comisaria Braschi llamó la atención por la manera en la que representa a las personas negras.

«Su manera de plasmarlas crea polémica hoy en día. Algunos lo ven como un estereotipo racista y sexista. La pintora lo hace desde una perspectiva en la que los negros tenían un puesto de subordinación», expuso.

Un ejemplo es ‘A Negra’ (1923), un óleo con trazos del primitivismo en el que está retratada una negra de enormes pechos inspirada en una antigua esclava que amamantó a Tarsila.

Encarcelada por comunista

Tras acabar su relación con Oswald de Andrade a finales de los años 1920, la pintora entró en una nueva fase, la marcada por su viaje a la Unión Soviética con su nueva pareja, el psiquiatra Osório César.

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Coincidiendo con el ‘crash’ bursátil de 1929 y el hundimiento de la economía occidental, Tarsila pasó a un tono más sombrío y pesimista influido por el realismo social y el muralismo mexicano.

‘Opérarios’ (1933), un homenaje a la clase obrera de un Sao Paulo en plena revolución industrial, es uno de los emblemáticos lienzos de esa fase.

«En esa época Tarsila ya no contaba con el apoyo de su padre, que había muerto, y tuvo problemas económicos. Tuvo que ponerse a trabajar, algo que nunca había hecho antes», contó Braschi.

Su proselitismo comunista la condujo a una de las experiencias más traumáticas de su vida: estuvo un mes encarcelada en 1932 durante el gobierno de Gétulio Vargas.

En su último periodo artístico, coincidiendo con el inicio de su más larga relación, con el periodista carioca Luiz Martins, la pintora captó el desarrollismo de la ciudad de Sao Paulo, que entre 1920 y 1960 creció exponencialmente alimentada por diferentes oleadas de inmigrantes llegados de Europa, Asia y Oriente Medio.

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‘A Metrópole’ (1958) capta la selva urbana en la que se convirtió su ciudad.

‘Tarsila do Amaral, pintando el Brasil moderno’ cuenta con préstamos de varios museos brasileños y de coleccionistas privados.

Sin embargo, una de sus obras magnas falta en París, ‘Abaporu’ (1928), expuesta en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba). «Para ellos es como su Mona Lisa, no la dejan salir», confesó Braschi.

Antonio Torres del Cerro

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