Clima y desastres
La extrema sequía en la Amazonía brasileña vuelve a revelar grabados rupestres milenarios
Manaos (Brasil), 21 oct (EFE).- La extrema sequía que sufre la Amazonía brasileña volvió a revelar grabados rupestres milenarios de antiguas comunidades indígenas que dejaron misteriosas marcas sobre el río Negro, hoy en su nivel más bajo en los últimos 120 años.
Un conjunto de rostros de forma humana y algunos animales aparecieron de nuevo sobre una formación rocosa en el yacimiento conocido como Ponta das Lajes, en Manaos, la capital del estado brasileño de Amazonas.
Los arqueólogos calculan que tienen entre 1.000 y 2.000 años de antigüedad.
«No es posible hacer una medición exacta, pero hacemos una estimación a partir del periodo en que estuvo ocupada la región», dijo a EFE Jaime Oliveira, arqueólogo del Instituto de Patrimonio Histórico y Artístico Nacional de Brasil (Iphan).
En este sentido, establecieron el rango de entre mil y dos mil años en función de los vestigios cerámicos y agrícolas encontrados.
Y poco se sabe sobre sus autores. Seguramente fueron grupos indígenas agrícolas, establecidos en aldeas similares a las que encontraron los europeos cuando llegaron siglos después.
Tampoco se sabe con exactitud su significado. Oliveira sostiene que este tipo de petroglifos, presentes también en otras áreas de la Amazonía brasileña, eran utilizados como «un medio de comunicación social» de los pueblos indígenas.
«Algunos los interpretan como lugares sagrados de los más antiguos. Son las marcas de los (indígenas) más antiguos que pasaron por aquí y dejaron estos grabados como forma de marcar el territorio», señaló Oliveira.
La mayoría de los encontrados en Ponta das Lajes son rostros antropomorfos, aunque hay algunos que remiten a animales, como «sapos», apuntó el arqueólogo, quien hizo un llamado para que el público no dañe el lugar, ni se lleve material para preservar el yacimiento en buenas condiciones.
Otra de las incógnitas es saber si los grabados fueron realizados en periodos de sequía o si el río Negro, uno de los principales afluentes del Amazonas, tenía en aquella época un nivel más bajo del actual.
Esta vez, así como el año pasado, cuando la Amazonía brasileña también fue impactada por una grave sequía, han aparecido de nuevo por la falta acuciante de precipitaciones en la región.
«El río ha estado a un nivel mucho más bajo que el año pasado», alertó Oliveira.
La sequía en la Amazonía, el mayor bosque tropical del planeta, ha dejado muchos ríos en mínimos históricos, aislado decenas de comunidades que viven del transporte fluvial y obligado a las autoridades de algunos municipios a racionar el agua potable.
También ha contribuido a propagar los múltiples incendios que se han desatado en la región, muchos de ellos provocados por la acción humana.

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