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Meyerowitz se reencuentra con el joven de 28 años que hizo un viaje iniciático a Europa

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Málaga (España), 14 jun (EFE).- En 1966, con solo 28 años, el fotógrafo neoyorquino Joel Meyerowitz emprendió un viaje para conocer durante un año Europa -en el que captó 25.000 imágenes y recorrió 30.000 kilómetros-, y permaneció seis meses en Málaga (España), donde este viernes se inaugura una exposición que da cuenta de esa experiencia.

Ahora, a sus 86 años, siente que volver a esta ciudad española es «como cerrar un círculo» y destaca que esa vuelta se produzca en el Museo Picasso de Málaga, dedicado a un genio ante el que «todos los artistas deben ponerse de pie», afirmó Meyerowitz en la presentación este viernes de la exposición.

«Estoy profundamente agradecido por mostrar mi trabajo en el lugar en el que me descubrí a mí mismo hace más de cincuenta años», resaltó el fotógrafo, que expone más de doscientas imágenes en esta muestra temporal.

También recordó que cuando comenzó sus estudios de Arte en 1955 Picasso estaba «vivo y coleando», seguía «revolucionando el mundo del arte» y los artistas de su generación recibieron del pintor español la idea de que «se puede hacer cualquier cosa y no quedarse siempre en el mismo cerco».

En aquel año se echó al bolsillo todo el dinero que había ahorrado y salió de Nueva York «a ver el mundo». «Me decían que siguiera con mi carrera, pero pensé que el mundo era demasiado delicioso para no degustarlo y fue el viaje romántico más sublime en el que uno podía embarcarse», relató.

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El fotógrafo descubrió en las calles malagueñas «esa cultura mediterránea tan vivaz, en la que da igual lo que les oprima desde arriba», pues llegó durante la dictadura en España.

Luego regresó a Málaga allá por 1980 y desde entonces no había viajado a la ciudad, que lamenta que «se ha convertido en muy turística» mientras que él tuvo «la suerte de estar dentro de su cultura y penetrar más allá de la superficie en la que muchos visitantes se quedan, porque no profundizan».

Para Meyerowitz, la fotografía «tiene la capacidad de aferrarse a los momentos y permitir que el artista vuelva a entrar en ese momento y lo lea como un texto visual que le da una idea nueva sobre la vida».

«Estoy mirando a ese jovenzuelo de 28 años con su cámara diciendo sí a todo. 25.000 fotos en un año significa que, setenta veces al día, saqué la cámara, como si estuviera inspirado para decir sí a la vida», destacó.

«Eso es estar vivo, porque ahora la mayoría de la gente va dormida por la vida. Entonces la gente se miraba a los ojos, había una conexión y una danza entre las personas que fluía», defendió.

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«Hoy es difícil fotografiar, porque solo hay personas mirando su móvil, que disuelve la interacción humana», subrayó Meyerowitz, que anima «a disfrutar la vida como antes, sin teléfonos móviles alrededor».

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