Crimen y Justicia
Para los drusos del Líbano, los desplazados no son un peligro sino sus invitados
Aley (Líbano), 11 oct (EFE).- Para la tranquila comunidad drusa en el Líbano, los desplazados por los ataques israelíes no suponen un problema ni un peligro, como ocurre en otros puntos del país. Siguiendo el llamado de su líder, Walid Jumblatt, han abierto las puertas de sus casas, colegios y comercios para acogerles como «invitados».
En Aley, la cuarta ciudad más grande del Líbano y situada en la región de Monte Líbano, a unos 15 kilómetros de Beirut, el pueblo druso convive con la gente que llega, pese a ser de otra confesión religiosa, porque «todos somos libaneses, y nos estamos apoyando mutuamente», indica a EFE la ciudadana Sara Shmait desde una de las tiendas del centro de la población.
Aley ha recibido a más de 1.000 desplazados que están acogidos en centros, mientras que más de 3.000 están en casas de alquiler o de familiares y conocidos, sin contar aquellos que han podido alquilar una casa por sus propios medios.
Y todo esto como consecuencia de haber perdido sus hogares por la incesante campaña de bombardeos que lleva a cabo Israel desde hace más de dos semanas, fundamentalmente en el sur del país, y que ha forzado el desplazamiento de unas 1,2 millones de personas.
Vienen a nuestra casa
Mientras una densa niebla aparece entre las calles de la ciudad, un destino turístico en verano por sus frescas temperaturas, la residente Randa Radwan afirma a EFE que los desplazados están «cómodos y contentos», y encuentran «el mejor trato» de los vecinos.
Pese a que Aley no ha sido atacado por Israel, sí ha habido acciones en otros puntos de Monte Líbano, sobre todo en aquellos en los que residen población musulmana suní, aunque también han tenido como blanco afiliados al grupo chií libanés Hizbulá que huyeron a esta región.
La concejala de Aley Mona Akl indica en una entrevista a EFE que espera que no haya ningún tipo de tensión en la zona.
«Espero que sea cual sea la afiliación sectaria de cada persona, eso no cause tensiones», asegura en referencia a la convivencia de los vecinos de la población con los desplazados, a los que ella llama «invitados».
«Hasta ahora, gracias a Dios, no nos enfrentamos a ese tipo de problemas. Espero que toda la gente, especialmente en las montañas, donde la mayoría son drusos, tengamos una responsabilidad (…) sabemos quién viene a nuestra casa, somos responsables de ellos, por eso hasta ahora, afortunadamente, no hay ningún problema», comenta.
Los drusos son una minoría etnorreligiosa repartidos mayoritariamente por el Líbano y Siria, que se identifica como árabe y surge del islam chií ismailí en el siglo XI, pero que ha ido evolucionando para incluir aspectos de otras religiones, incluso del hinduismo.
Tenían dinero… y se quedaron sin nada
Hasta las montañas han llegado muchas personas del sur del país y de los suburbios meridionales de Beirut, conocidos como Dahye, duramente golpeado a diario y donde fue asesinado el líder del grupo chií libanés Hizbulá, Hasán Nasrala, el pasado 27 de septiembre.
Las acciones israelíes en la misma zona también han matado a decenas de civiles que no tienen nada que ver con esa agrupación.
De las personas desplazadas entrevistadas por EFE en Aley, todas han preferido mantenerse en el anonimato.
Una de ellas, a quien le acompaña su hija y su madre, afirma que cuando comenzaron los bombardeos en la región de Tiro (sur), de donde procede, recogieron su ropa y se lanzaron al coche para huir.
Fue el marido de la hermana de su cuñada, que tiene una casa en Aley, quien les acogió.
«La mejor gente, llena de generosidad. Todo es bueno aquí. Amabilidad, empatía…Estamos en una casa de dos habitaciones, en las que somos 18 personas», explica.
«Nosotros no somos así, tenemos las mejores casas y coches, dinero, vivimos felices y cómodamente. Pero el desplazamiento nos provocó esta condición, quedarnos sin hogar», se lamenta.
En la misma calle del centro de la ciudad, otra mujer que va a comprar ropa asevera que se ha desplazado precisamente de Dahye, y es una familia quien le ha abierto las puertas de su casa en Aley.
«Pudimos asegurar unas casas. Nos quedamos con más de una familia», dice, y señala que ahora se quedan en el hogar de unas personas que se encuentran viajando.
«No, no hemos alquilado porque no podíamos y sufrimos mucho hasta llegar a alojarnos en una casa», apunta.
Pero ahora, afirma: «me siento segura».
Isaac J. Martín
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