DEPORTES
El doctor de la nieve, la dieta de la sociedad
Juan José Lahuerta
Madrid, 8 mar (EFE).- Antonio Escribano Zafra, médico especialista en endocrinología, nutrición y medicina de la educación física y del deporte, es también ‘el doctor de la nieve’. Es otro título sin diploma que puede añadir a su currículum. Su trabajo nutricional y dietético con los actores de ‘La sociedad de la nieve’ dio un realismo clave a la película de Juan Antonio Bayona, que este domingo peleará por sumar dos Óscar a sus numerosos premios.
Escribano y su hijo, Antonio Escribano Ocón, también médico y especialista en medicina interna, diseñaron un plan leonino que siguieron al pie de la letra los abnegados actores de la película, que como un acordeón ganaron cinco kilos de músculo para después perder 30 de peso con el objetivo de asemejarse lo más posible a las víctimas del accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya en Los Andes en 1972.
Ambos aplicaron con absoluto mimo todo el poder de la ciencia para llevar a buen puerto una empresa inédita en la historia del cine. Jamás se acometieron semejantes cambios corporales a un grupo de actores tan amplio. Existen precedentes individuales como Christian Bale, que perdió más de 28 kilos para rodar ‘El maquinista’, o el de Antonio de la Torre, que ganó 33 para ‘Gordos’. Pero nunca nadie se atrevió con tantos actores a la vez.
¿Cómo lo hicieron? ¿Cuáles fueron las claves para conseguir un objetivo de ese nivel hasta un éxito tan rotundo sin dañar la salud de los implicados? Antonio Escribano padre habló con EFE para explicar todos los secretos y ‘trucos’ de una actuación ejemplar con un resultado espectacular alabado tanto en círculos cinematográficos como médicos.
El aceite de hígado de bacalao, los saborizantes que daban alegría a comidas insípidas, el diseño de dietas a medida para cada uno de los actores, los análisis meticulosos a cada uno de los implicados, el traslado de toda la maquinaría médica a la zona del rodaje, una planificación anticipada perfecta o la coordinación entre los médicos y la dirección fueron algunas de las claves para conseguir un realismo en los actores digno de aplauso.
En la búsqueda del realismo extremo
La aventura médica a la que se enfrentó Escribano comenzó en junio de 2021, cuando inició a distancia los primeros estudios biológicos de los actores, casi todos uruguayos y argentinos. Todos se sometieron al escrutinio del doctor, que hizo estimaciones de cuántos kilos podían bajar cada uno a través de los primeros datos.
Los compararon con los personajes reales. Analizaron las fotos de los supervivientes: sus costillas, la delgadez de sus caras, la pérdida de masa muscular… Todo. No dejaron ningún detalle. Bayona quería realismo crudo y la primera tarea que dio Escribano a los actores fue aumentar su musculatura para asemejarse a los fortachones jugadores de rugby que subieron al avión en 1972.
«Había que hacerlo de manera inteligente y progresiva sin perjudicar su salud. Eso fue de agosto a septiembre. En octubre vinieron a España y nada más aterrizar viajaron a Córdoba».
En la clínica de Escribano hicieron las mismas pruebas de esfuerzo que hacen los deportistas de élite. Con todo detalle: analítica, conjunto de oxígeno, pruebas de agotamiento. No se libró ni Juan Antonio Bayona. Buena parte del rodaje se iba a desarrollar con temperaturas de -10 grados a 2.500 metros de altura en Sierra Nevada y todos tuvieron que someterse a los estudios de Escribano, que al final de los cinco meses de trabajo acumuló 3,5 Gb de datos en su ordenador.
Después, los actores continuaron con su preparación física en Barcelona, donde trabajaron para aumentar su masa muscular. Algunos como Matías Recalt, por su metabolismo, tuvieron dificultades para ampliarla. En general, todos aumentaron entre 4 y 6 kilos antes del inicio del rodaje en enero de 2022. «Se hizo de manera seria, aportando vitaminas y nutrientes, no se les podía engordar a base de comer bollos», aclara Escribano.
Rodaje casi lineal
Con el inicio del rodaje comenzaron las dietas para perder peso. Al final no todos perderían los mismos kilos. Los actores que interpretaron a los últimos 16 supervivientes fueron quienes más cedieron. Y Bayona tuvo que hacer un rodaje casi lineal. No podía grabar primero las escenas del final y luego las del principio para montarlas. Todo tenía que ir en orden, acorde a la bajada progresiva de peso de los actores.
«No se podía rodar el final de la película primero, está claro. El director se adaptó a la dieta. Estaba todo coordinado. Teníamos reuniones muy habituales para diseñar el ‘planning’ de rodaje. Recibíamos todo, cada escena y hora que correspondía a tal día de la catástrofe. A veces había que volver atrás y sabíamos que dentro de cuatro días un actor tenía que rodar algo que correspondía a un día atrasado. Y teníamos que subirle un poco de peso».
Con una partitura nutricional bioquímica previa elaborada para todos los actores, el inicio de la dieta fue un suplicio para cada uno de ellos, que tuvieron que convivir con el bufé general del hotel. Veían pasar los churros, las tostadas o los dulces. Y ellos tenían que conformarse con una dieta que era tan restrictiva que el doctor Escribano tuvo que desmontar las máquinas de su clínica y montar con ellas una en el propio hotel porque la exigencia iba a ser tan tremenda que requería una supervisión casi diaria.
Saborizantes para engañar al estómago
La pérdida de peso fue tan dura que los supervisores tuvieron que inventar recetas para engañar al estómago: «Hacíamos gelatina con saborizantes. Puedes hacer una gelatina que sepa a chocolate pero sin chocolate. O una sopa sin carne pero con sabor a carne. Para conseguir calorías cero o muy pocas pero con ese truco para que tuvieran la sensación de cierta saciedad».
Pero la dieta no sólo consistía en perder peso. Escribano tuvo que afinar muchísimo, porque cuando hay falta de alimento el cerebro puede dejar de funcionar al cien por cien. Y si eso pasa en un actor, puede perder capacidad para memorizar el guión o para actuar y expresar emociones.
Escribano explica que la alimentación tiene dos componentes: el energético y calórico y el bioquímico. Para el primero, ordenó una dieta con una cantidad de proteínas no muy alta con muy baja proporción de hidratos y grasas para bajar de peso y masa muscular. Y, para el segundo, había que afinar muchísimo para no mermar la capacidad de los actores.
El aceite de hígado de Bacalao, clave para el cerebro
«Cuando comemos, comemos moléculas. Tienen energía y valores para la formación de enzimas y neurotransmisores para el funcionamiento general del organismo. Eso no puede fallar. Si falla, la gente adelgaza pero no tiene capacidad interpretativa alguna. Si le haces perder 25 kilos sin comer, mentalmente se quedan desubicados».
Por eso, Escribano tuvo que dar un soporte nutricional adecuado con vitaminas del grupo D (B12, B1, B6, ácido fólico), vitamina G a niveles considerables (para evitar infecciones), minerales en sus dosis (calcio, magnesio, cobre, yodo, manganeso, hierro, selenio y molibdeno) y vitamina A y D, esta última fundamental para la actuación del cerebro.
Todos los actores, cada día, se encontraban con un plato con su ración de pastillas y un preparado vitamínico. Y una de esas pastillas, clave, era la de aceite de hígado de bacalao, rico en vitaminas A y D y que hasta no hace mucho parecía un remedio de las abuelas.
«El aceite de hígado de bacalao sigue estando en vigor. Empezamos a darlo el primer día de rodaje. Todos los días tenían su ración con la pastilla de vitamina C chupada y la de hígado de bacalao. Lo de aceite de hígado de bacalao se sabe poco y las vitaminas que tienen, la A y la D, son importantes para el funcionamiento cerebral y para mantener la estructura muscular».
La dificultad de hundir el rostro
Sin embargo, el equipo médico no podía alimentar a base de pastillas y preparados a los actores, porque, explica, si das muchas vitaminas y minerales mucho tiempo, generas una sobredosis. Los actores no recibían la dosis total de pastillas y complementos, sólo una parte. El resto, lo completaron con la alimentación. Y todo, con un control absoluto en el que estaba por medio también el Covid.
«Teníamos que hacernos tres PCR cada uno a la semana. También pruebas de composición corporal y analíticas de sangre. Unas cada semana y otras cada mes. Hicimos decenas a cada uno».
¿Pero cuál fue la parte del cuerpo de los actores más complicada de adelgazar? Sin duda, responde Escribano, el rostro. «La mayor dificultad fue que perdieran peso en la cara. En el momento en el que pierdes peso, hay gente que pierde facciones de la cara y otros que no. El maquillaje puede ayudar, pero si no se pierde de los carrillos al lado de la nariz… Lo conseguimos y con Numa, al final de la película, antes de morir, se ve que tiene la cara hundida, que fue muy difícil».
La dieta de Carlitos Páez
Y no solo los actores tuvieron que perder peso. Uno de los supervivientes que hizo un cameo en la película tuvo que hacer dieta para parecerse a su padre. Bayona quería hasta el último detalle de realismo y Carlitos Páez adelgazó 20 kilos.
«Nando sale al principio en el aeropuerto y Canessa al final con los médicos. Pero Carlitos sale más. Interpreta a su propio padre recogiendo a su hijo. En 1972, su padre era más delgado que él ahora. Durante cuatro meses le tuve con un régimen durísimo. Se ha quedado fenómeno», cuenta Escribano.
El de Carlitos Páez fue solo uno de los ejemplos del realismo extremo que quiso conseguir Bayona en «La sociedad de la nieve». Con la ayuda de Escribano y su equipo, consiguió su objetivo. Y es que, si al final gana el Óscar a la mejor película internacional, parte de ese premio, como bromea el doctor, también será para los profesionales que consiguieron adelgazar saludablemente a unos actores que aguantaron estoicamente una de las dietas más restrictivas de la historia del cine.
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