Vida y Esparcimiento
Los cubanos hacen promesas a San Lázaro en números bajos en medio de la crisis económica
La Habana, 17 dic (EFE).- Leandro, cubano de 20 años, se arrastra junto con su hermano bajo los tempestuosos rayos del sol de mediodía mientras su madre, Niurka, de 34, limpia frente a ellos las impurezas de la calle enfangada con una palma. Tras de sí han dejado 20 kilómetros de camino.
El sendero los llevará al santuario de El Rincón, en las afueras de La Habana, para cumplir su promesa a san Lázaro, patrón cubano de los milagros, a quien le pedirán por la salud de su madre.
«El límite del hombre es la mente. El dolor está aquí. No existe el dolor, es aquí», cuenta el joven a EFE mientras se señala la cabeza sudada.
La familia es de las pocas que se ve haciendo el peregrinaje hacia el templo, que se alza sobre los terrenos de una antigua leprosería.
De hecho, en la tarde previa al 17 de diciembre, día del santo, se veían más puestos callejeros de comida, flores y figuras del religiosas o patrullas de policía que fieles ataviados de morado, el tono que simboliza al santo y también al «orisha» Babalú Aye, la deidad afrocubana con la que se identifica a san Lázaro.
Menos afluencia
William, de 60 años, acumula más de dos décadas como vendedor de figuras del santo y de Babalú Aye cerca del santuario y reconoce que este año le ha ido peor que el pasado en cuanto a ventas.
«(Creo que es por) la cantidad de cubanos que quisieron emigrar hacia EE. UU. por Nicaragua y por México», explica el vendedor a EFE.
Si los tiempos difíciles refuerzan la fe, como cree William, las imágenes que arroja la floja peregrinación de 2024 no dan cuenta de la profunda crisis en la que está sumida la isla, con escasez de básicos, fuerte inflación y prolongados apagones diarios.
El vendedor pidió este año, como siempre, por la salud de su familia. Pero sabe que debe «pedir más» por lo que supone vendrá para su país a partir de 2025, con la llegada del republicano Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, y con el cubano-estadounidense Marco Rubio como secretario de Estado.
«Ese hombre… ¡Vaya! Mira que todos los cubanos pidieron a no sé cuántos santos que no saliera (…) Igual que Marco Rubio, que es cubano, y es un tipo que disfruta que los cubanos pasemos trabajo», se lamenta.
Pero para Niurka, las dificultades que enfrentan los isleños pueden pasar a segundo plano a través de la fe: «Yo digo que de todo se sale (…). Si tú tienes mente positiva y vas para adelante todo se te facilita en el camino», cuenta mientras sus hijos continúan arrastrándose a sus espaldas.
Al final del camino, en el interior del santuario, una cuadrilla de la Cruz Roja atiende de prisa a un fiel que llegó arrastrándose de espaldas, descalzo y con claros signos de deshidratación.
Otros encienden velas moradas y agradecen al santo por todo, a pesar de concluir un año con dos huracanes, dos sismos de gran magnitud y una nueva contracción económica del país.
El sacerdote católico, quien le habla a un pequeño grupo de feligreses, en su mayoría de la religión yoruba, pide que eleven sus objetos de valor para bendecirlos.
«Esto hace que valga la pena», se oye decir a uno de los creyentes.
Juan Carlos Espinosa
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