Política
Trudeau se plantea su futuro acosado por Trump, la oposición y su propio partido
Toronto (Canadá), 19 dic (EFE).- Debilitado por la dimisión de su vice primera ministra, Chrystia Freeland, y acosado por Donald Trump, la oposición y parte de su propio partido, el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, se enfrenta al momento más difícil de su carrera política.
Desde la inesperada dimisión de Freeland el lunes, Trudeau ha evitado a los medios de comunicación y se ha limitado a aparecer en un evento navideño ante fieles seguidores de su Partido Liberal para reconocer que había sido una jornada difícil.
Los medios de comunicación del país están llenos de artículos en los que supuestas fuentes cercanas a Trudeau explican, de forma contradictoria, que el político de 52 años se está tomando las vacaciones navideñas para «reflexionar» sobre su futuro, que ya ha decidido dimitir o que quiere continuar al frente del Gobierno.
Lo cierto es que nadie sabe qué es lo que va a hacer. Pero los acontecimientos de los últimos días presentan un fascinante paralelismo con los eventos de hace 40 años cuando el primer ministro canadiense era otro Trudeau, Pierre, su padre.
El ejemplo del padre
Febrero de 1984. Pierre Trudeau, el controvertido e irreverente primer ministro de Canadá que en la década de los setenta se había enfrentado con mano dura al separatismo de Quebec y en 1982 capitaneó la formación del Estado moderno canadiense con la repatriación de la Constitución para desvincularse del Reino Unido, está arrinconado.
Es su segundo mandato como primer ministro del país (el primero había sido de 1968 a 1979) y tiene todas las encuestas de opinión en contra. El opositor Partido Conservador está destinado a ganar las próximas elecciones generales y en el seno del Partido Liberal aumentan las voces que exigen su dimisión.
El 28 de febrero de 1984, en el corazón del brutal invierno de Ottawa, Pierre Trudeau decide dar un paseo por la nieve para reflexionar. Y vuelve con una decisión tomada.
Al día siguiente, el 29 de febrero, Pierre Trudeau anunció su dimisión y abandona el mundo de la política para siempre.
Justin Trudeau tiene al menos hasta el 27 de enero de 2025 para reflexionar. El Parlamento canadiense inició sus vacaciones navideñas el martes y no reanudará sus sesiones hasta esa fecha.
Mientras, no dejan de aumentar las solicitudes de que dimita como primer ministro así como los ataques de sus enemigos, empezando por el presidente electo de EE.UU., Donald Trump, que no para de humillarle en público sugiriendo la anexión de Canadá y calificando de «gobernador» al primer ministro.
«El Gran estado de Canadá queda atónito ante la renuncia de la ministra de Finanzas o su despido por parte del gobernador Justin Trudeau», declaró el lunes en su plataforma Truth Social rebajando de categoría al primer ministro canadiense.
Daño a la imagen feminista de Trudeau
La dimisión de Freeland está siendo especialmente dañina para la imagen de Trudeau que a finales de 2025 cumplirá 10 años en el poder y desde al menos hace un año está hasta 20 puntos por detrás del Partido Conservador en las encuestas de intención de voto.
Tras la dimisión de Freeland, un sondeo realizado el martes por la firma Abacus Data coloca a los conservadores hasta 25 puntos por delante de los liberales en intención de voto, su mayor ventaja desde 2015.
Si perder a quien ha sido su mano derecha durante gran parte de casi una década en el poder es malo, lo que está siendo especialmente doloroso para Trudeau es la forma y simbología de la dimisión.
Al mismo tiempo que Trudeau y el resto del Gobierno se enteró de su salida, Freeland publicó en las redes sociales su carta de dimisión que contenía fuertes críticas a las últimas decisiones de política económica del primer ministro en un contexto de amenazas arancelarias por parte del próximo presidente estadounidense.
Con el electorado especialmente descontento por la marcha de la economía tras años de un imparable aumento del coste de la vida que ha dejado a millones sin la posibilidad de comprar una vivienda o incluso pagar por alimentos, acusar al Gobierno de «costosas pantomimas políticas» en vez de prepararse para la presidencia de Trump no es una buena señal.
Y por otro lado, es al menos la tercera vez que una ministra que se enfrenta a Trudeau se ve fuera del Gobierno. Para alguien que se define como un acérrimo feminista no es una buena imagen.
El miércoles, Rosie DiManno, una de las escritoras más respetadas de The Toronto Star, el periódico de más difusión del país, empezaba su columna: «Nuestro autodeclarado primer ministro feminista es un charlatán».
Y añadía: «Justin Trudeau claramente tiene un problema con damas de fuerte carácter que osan objetar».
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