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Un Dakar diferente para la pionera Rosa Romero

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Es enero y la tarde languidece en la Serra de Degollats, una masía ubicada en la Cataluña central con unas vistas privilegiadas de los Pirineos. Desde allí, Rosa Romero Font (Sant Hipòlit de Voltregà, Barcelona, 1969), una de las mujeres pioneras del Dakar, sigue a distancia, aunque no sin cierta melancolía, la presente edición del rally más duro del mundo que se disputa en Arabia Saudí. EFE/Siu Wu

Barcelona, 13 ene (EFE).- Es enero y la tarde languidece en la Serra de Degollats, una masía ubicada en la Cataluña central con unas vistas privilegiadas de los Pirineos. Desde allí, Rosa Romero Font (Sant Hipòlit de Voltregà, Barcelona, 1969), una de las mujeres pioneras del Dakar, sigue a distancia, aunque no sin cierta melancolía, la presente edición del rally más duro del mundo que se disputa en Arabia Saudí.

Es un Dakar diferente para esta piloto de motos de toda la vida reconvertida en los últimos años en copiloto de coches. Aunque Rosa es muchas más cosas que una amante de los raids: ingeniera técnica de telecomunicaciones de formación y programadora informática de profesión; apasionada de la bici y el esquí de montaña; y madre de tres hijos -Abril, Júlia y Marc- que ha criado junto a Joan ‘Nani’ Roma, el único español que ha ganado el Dakar en motos (2004) y en coches (2014)

Cómo no, Romero está pendiente de las evoluciones de su marido, que sin opciones en la general tras romper el motor de su Raptor T1+ en la segunda jornada se centra en ayudar a sus compañeros del equipo Ford.

También monitorea a través de la aplicación móvil de la prueba la evolución de las muchas amistades que ha forjado a lo largo de las once veces que ha corrido el Dakar (siete en moto y otras cuatro veces como copiloto de coches ligeros).

“Los resúmenes de las etapas también los miro, pero la verdad es que me da un poco de cosa porque realmente echo de menos el rally. Llevaba muchos años en la rueda y verlo desde fuera es diferente”, reconoce en una conversación con EFE desde su casa ubicada en la comarca del Berguedà (Barcelona).

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El accidente de su hijo Marc

A diferencia de otros años, la ahora copiloto de Osona no ha formado parte este 2025 de la caravana del Dakar para estar cerca de su hijo Marc, que el pasado mes de mayo sufrió un accidente practicando motocross que le dejó parapléjico.

“Marc tiene 16 años, no tiene carnet de conducir y no me podía ir. Si fuera en otras circunstancias, siendo mayor de edad y más autosuficiente, él mismo me hubiera dicho que fuera al Dakar. Ahora, lo primero es lo primero”, explica.

A Romero no le faltaban propuestas para disputar su quinto Dakar como copiloto, una faceta que descubrió gracias a la propuesta de la italiana Camelia Liparoti para formar equipo en la edición del año 2019.

Por aquel entonces, persuadida por sus hijos, ya había colgado la moto después de abandonar el Dakar 2018, cuando todavía se disputaba en Sudamérica, debido a un accidente que le provocó un aparatoso corte en la ingle, cerca de la femoral.

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“Yo no había hecho nunca de copiloto. Le dije a Camelia que antes lo tenía que probar, porque yo subía a un coche, miraba cualquier cosa y ya estaba mareada”, recuerda. A la tercera llamada de la piloto italiana, aceptó la propuesta.

El Dakar, su gran pasión desde joven

Según relata, Abril, Júlia y Marc estaban convencidos de que aceptaría el reto. Y es que el Dakar es el gran sueño de Rosa Romero desde que con 18 años se compró una moto de trail de 600 centímetros cúbicos.

“Lo primero que hice cuando me compré esa moto fue poner la tienda de campaña detrás y, con unos amigos, irme a Marruecos a correr por las dunas y la arena. Cuando veía el Dakar por la televisión, era lo que más me llamaba la atención”, explica.

En los años 90, Rosa también se interesó por el enduro, animada por Teresa Dot, una de las pioneras de esta modalidad. Aunque su objetivo siempre fue correr el Dakar, consideró que el enduro, una disciplina sin categoría femenina en aquella época, le daría la experiencia necesaria para competir en el rally que se disputaba en África.

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Su sueño no se cumplió hasta 2006. Pasaron nueve años en los que Rosa, además de crecer profesionalmente como programadora informática y ganar experiencia en raids, formó un familia con Nani Roma, que en aquella época era uno de los favoritos para llevarse el ‘Toureg’ en motos.

“A Nani lo ficharon como piloto profesional de KTM y entonces él me decía: ‘corre lo que quieras durante el año, pero el Dakar no porque es una carrera peligrosa y ahí me lo juego todo y, si tú estás corriendo, no quiero estar sufriendo’”, comenta.

El piloto de Folgueroles no ganó el entorchado hasta el año 2004. Cuando decidió cambiar las dos ruedas por las cuatro, su compañera levantó la mano y dijo: “Me estoy haciendo mayor y no quiero ir al Dakar con 50 años”. Y, a pesar de la dificultad logística que significaba a nivel familiar, su persistencia tuvo premio.

Después de su primera experiencia africana, que terminó prematuramente en la cuarta etapa, Romero formó parte de la caravana del Dakar en 2012 y 2014, cuando la prueba ya se disputaba en Sudamérica. Sin embargo, no terminó el rally hasta el año 2015, en su cuarta participación.

El mejor momento de su carrera

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Fueron los años “más bonitos” de su carrera, admite Romero, que bajo el paraguas de la estructura del equipo Himoinsa gozó de más tiempo para entrenar y competir, lo que le permitió cruzar la meta del Dakar en los años 2016 y 2017.

“Estaba trabajando, teníamos los mismos retos logísticos en casa, pero al mismo tiempo tenía tiempo para entrenar. Por fin, hacía lo que había soñado de pequeña”, cuenta.

Tras aparcar la moto de competición, muchos son los pilotos que valoran la experiencia en raids de Romero para ejercer de copiloto, ya sea en el Dakar -acompañó al canario Pedro Peñate en 2022, 2023 y 2024- o en otras competiciones.

“Ahora empiezan a salir muchas mujeres que son copilotos. Cuando estás en una moto es imposible que una mujer y un hombre tengan el mismo nivel, porque existe un componente de fuerza. ¿Pero dentro de un coche qué diferencia hay entre un hombre y una mujer?”, reivindica.

Aunque reconoce que actualmente no tiene tanta flexibilidad al estar centrada junto a Roma en el proceso de recuperación de su hijo, Rosa Romero continúa ligada al mundo del motor como copiloto. Además, no ha dejado el deporte, su válvula casi diaria de escape, ya sea practicando ciclismo o esquí de montaña.

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A todo esto se suman sus clientes como programadora, sus responsabilidades familiares y el proyecto de remodelación de la masía del siglo XVII donde vive la familia Roma Romero, que, con la ayuda de su hija mayor, está convirtiéndola en un alojamiento de turismo activo especializado en deporte y bienestar.

¿Y el Dakar? “Supongo que algún día volveré”, responde.

  Víctor Martí

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